
CARLOS RAMOS PADILLA
Cada mañana es más notorio que la presidenta (con a) pierda los estribos, se irrite, se incomode. Busca para su ego alabanzas y reconocimientos. Todo aquello que la critique, la arrincone, la exhiba en fallas, ignorancia o eventos que no controle es motivo para enfadarse. Como amlo pide pruebas, se le dan y acusa entonces de una campaña estructurada en contra de su gobierno. El desempleo, la recesión, la inflación y la violencia ya sobrepasan y por mucho lo que pretenden lograr con programas populistas y asistencialistas. La corrupción desenfrenada y la extorsión están socavando la cimentación de su proyecto obradorista y al agotarse la narrativa emplean adjetivos como “comentocratas carroñeros” que expresados en Palacio Nacional constituye una afrenta a falta de argumentos. Ella, la que dice que no llegó sola, motivó una reunión masiva en el zócalo para sentirse vigorizada ante el desplome, en encuestas, de su popularidad y aceptación. Quizo convencer que todos, todos, todos, llegaron convencidos de las acciones emprendidas por su gobierno. Señaló que había mucho “entusiasmo” y zas, primero un coche bomba y a los minutos la advertencia reiterada de Trump en referencia a los aranceles. Lejos de generar una acción fuerte contra el crimen organizado, se irrita contra los periodistas que la cuestionan por el nivel de agresión emprendida por los criminales. Ella, la empoderada, se hace a un lado para que García Harfuch informe lo que todos sabemos: que son actos emprendidos por el crimen organizado. Pero hasta ahí, no hay definición ni mano dura , directa, contundente contra los criminales. No se llama al gobernador, no se exige a la fiscalía, no se involucra a Gobernación, no se demanda resultados a las Fuerzas Armadas, no, únicamente se subestima a los reporteros que interrogan en el show mañanero. Incluso la Sra Godoy, desde su alto cargo estima que no se puede considerar el estallido de explosivos en un carro como acto terrorista y García Harfuch explica que no ha sido el único evento de estas características. Son seis los muertos por esta detonación que ni siquiera tuvieron un obituario como si lo
logró Carlos Manzo. Total son un grupo más que pasan a una negra estadística de asesinados en donde no pasa nada, absolutamente nada más que la desgastada rúbrica de llegar “hasta las últimas consecuencias”.
Un puñado de cadáveres que no representan algo frente a sus “600 mil” acarreados. Ya no hay más piezas oratorias que convenzan que vamos “requetebién” ni que hay “honestidad valiente” ni “rayitos de esperanza”. Las tempraneras bofetafas cotidianas duelen por el cinismo con que se miente, por la presentación de falsas mejorías, por hacer que la extorsión suene a progreso. Hay desesperación en los pasillos de Palacio, se fortalece el tema de la revocación, se preparan traiciones, pero no se avanzará hacia ningún rumbo cuando la solidez de un gobierno se convierte en irritación de los que piensan que aún mandan.
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