CARLOS RAMOS PADILLA
Gracias a amlo el evento de Ayotzinapa ( a diez años) se ha convertido en el más grotesco asunto de un vulgar comercio político. Una burla política para llegar al poder escalando 43 cadáveres. Un ejercicio de encumbramiento de todos los bronces, perredistas, que están embarrados en el crimen/desaparición de los jóvenes. Un escandaloso temor por cerrar y levantar una auditoría de la normal Isidro Burgos centro de adoctrinamiento de guerrillas y bodega permanente de drogas, armas y vehículos secuestrados. Padres de jóvenes que no fueron investigados para saber el grado de ilícitos permitidos y cometidos. Estudios forenses incompletos, manipulados. Intervención de. bandas criminales en el trasiego de drogas. Pero lo más lamentable es la hipocresía del presidente que prometió resolver el caso y en lugar de ello favoreció la impunidad de los señalados. Ángel Aguirre, Marcelo Ebrard, los Abarca, García Harfuch y un desfile de personalidades que se sacudieron a la ley para ejecutar en un paredón a Murillo Karam. El ridículo político tolerado a Alejandro Encinas presentando “verdades históricas” descansando en las investigaciones de administraciones pasadas y que recibe el premio del cobijo del poder luego de sus escándalos fracasó que habrá de pagar en su conciencia. Jóvenes desaparecidos/asesinados que a gritos permanentes de “vivos de los llevaron, vivos los queremos” fueron materia electoral y constructores de campañas mediáticas o de “anrimonimentos”. Hoy los familiares de los
Jóvenes, antes fieles aliados de amlo, son reprimidos, evitan sus protestas, no tienen acceso a Palacio Nacional o los envían a perder el tiempo con funcionarios medios, inexpertos y serviles al tabasqueño. amlo señala que el pueblo está “feliz” pero la contabilidad de muertos por homicidios, por una política criminal de López Gatell, confrontaciones entre bandas de sicarios y los emblemáticos de Ayotzinapa, así termina su gestión el de Macuspana. Seis años de promesas falsas, de engaños, de mañaneras cómicas, es el resultado de Ayotzinapa y mientras encapuchados toman y secuestran casetas de peaje con absoluta libertad y sin intervención de la Guardia Nacional. Atentados como el de García Harfuch o el de Ciro Gómez Leyva nadan en el pantanoso lodo de la opacidad, de la complicidad. No hay diferencia entre los eventos que saltan e estas líneas, todos representativos de una fallida política de seguridad que se mantuvo bajo la consigna de dar abrazos de observar cómo los mandos militares señalan que no “está en nuestras manos” garantizar la vida de los ciudadanos sino en el buen comportamiento de los asesinos. Ayotzinapa como nunca queda como estampa de los que desde el poder se hace, engañar, mentir, defraudar e irse cargando aquello de que “la nación me lo demande” como estribillo para cumplir un protocolo. Así una Corte del país tolerando juzgadores acusados de plagio u otros autonombrándose “ministros del pueblo”, activistas llegando al senado para presumir que ahora mandan los “plebeyos”, legisladores traidores y apátridas que cambian a la nación por evitar ser aprehendidos. Y 43 seres humanos, así, en medio del escándalo siendo usados como estandartes de la transformación, pero eso sí, los hoy funcionarios que atacaban a las fuerzas armadas como represores y asesinos hoy toman espacios públicos para sentarse en la tragedia del 2 de octubre del 68 para guillotinar a sus opositores, de Ayotzinapa, del culiacanazo, del michoacanazo, de los crímenes en Veracruz de periodistas, todo eso y más solamente representan actos de los “adversarios” para dañar “mi investidura”. Todo esto tiene un significado: farsa.