ABEL LUNA ESPINOSA. En una reunión quien se apodera de la palabra o del micrófono es porque está tratando de imponer sus ideas o puntos de vista a su auditorio, consciente o no de ello; y si a esto se agrega que solamente son invitados al encuentro quienes tendrán las preguntas preparadas “a modo” de acuerdo con los intereses del que acapara la palabra; entonces, el circuito de la comunicación está bloqueado, el proceso se convierte en monólogo.
A grandes rasgos así puede describirse lo que ocurre en las pretendidas conferencias de prensa en Palacio Nacional, desde el momento inicial son seleccionados los periodistas -aunque sean de medios de difusión prácticamente desconocidos- para que no “hagan preguntas incómodas, comprometedoras o fuera del contexto previsto por quien se apodera de la palabra.
Además, si a esto agregamos que de hecho los secretarios de Estado muy pocas ocasiones han figurado en ese foro, y quienes sí han estado lo han hecho bajo la mirada (¿o supervisión?) del interlocutor principal en los temas del interés presidencial, vemos un panorama de poca difusión.
Los asuntos son abordados desde la perspectiva personalizada y empieza a perfilarse desde la constante pronunciación del yo, pasando muy pocas ocasiones del nosotros.
Al cierre del circuito de comunicación deseable, en un proceso fluido, caracterizado por la constante retroalimentación se agrega la ausencia de diálogo o respuestas rápidas, creíbles, a los planteamientos de multitud de temas que se han abordado en esos encuentros.
En el discurso del huésped de Palacio Nacional pueden definirse algunos temas que son repetidos con frecuencia, empezando por posturas maniqueas imponiendo esquemas de buenos y malos, conservadores y liberales.
Así se ha “preparado el terreno” para que la población crea en enemigos ficticios, y se obtenga la justificación de sus decisiones, aunque estén fuera de la realidad y obedezcan la visión presidencial.
En este punto el tema que llevó muchos espacios periodísticos fue el de la insistencia de los sueldos excesivos de los consejeros del Instituto Nacional Electoral, empezado por su expresidente consejero, Lorenzo Córdova Vianello.
La táctica de comunicación de localización del “enemigo” proviene desde las épocas de mayor virulencia bélica, como los casos de la llamada Guerra Fría, la persecución macartista hacia los comunistas, por malos ejemplos; y de esa manera en México se trata de justificar todo tipo de agresiones hacia los oponentes.
En ese contexto, surgen los constantes ataques a supuestos enemigos, como las reiteradas agresiones hacia la prensa y que empezó a inicios de su sexenio con la arbitraria reducción del 50 por ciento del presupuesto gubernamental hacia los medios de comunicación, dejando, como hasta ahora, en el presupuesto a sólo un grupo de empresarios incondicionales de la prensa preocupados porque no bajen sus cuentas bancarias.
En este sexenio el desempleo en las filas periodísticas ha sido muy elevado, y que ahora podría incrementarse con la persecución a los integrantes de NOTIMEX, llegando al extremo de la anunciada decisión de desaparecer a la Agencia de Noticias del Estado Mexicano fue un espacio eficaz para la comunicación gubernamental y dejando en la calle a periodistas, fotógrafos y técnicos.
TIEMPO NUBLADO
El panorama podría complicarse seriamente con la reciente recaída de la salud del tabasqueño. Ante ello salió a la luz la incompetencia de sus cercanos colaboradores para enfrentar un escenario de crisis.
El tema de la salud presidencial se convierte en asunto de Estado, porque de las capacidades personales de quien lleva sobre sus espaldas la titularidad del Poder Ejecutivo y en ello las responsabilidades de quienes lo atienden médicamente son muy importantes para darle a su “paciente” el máximo bienestar físico para el mantenimiento de su lucidez para llevar a cabo las trascendentales decisiones que implica la conducción del gobierno federal.
También en este punto es muy preocupante la ausencia de decisiones para la selección de los comisionados que faltan en el Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI).
Aquí, como en múltiples casos que hemos visto esta administración (el enemigo localizado), ha salido a flote la animadversión presidencial, su obstinación, sin importarle los múltiples hallazgos de corrupción que el Instituto ha logrado extraer desde las oscuridades de muchas burocracias.