JAVIER ESQUIVEL DÍAZ. Una integrante del Supremo Tribunal de Justicia, un diario de circulación nacional de viejo cuño, el presidente de uno de los partidos más tradicionales del país, un excandidato presidencial y varios ex gobernantes en México tienen hoy un punto de coincidencia: Su reputación está en entredicho
Todas estas figuras públicas sufren severos señalamientos de instancias especializadas, órganos jurisdiccionales, y por supuesto, de sólidas investigaciones periodísticas que ponen en duda su palabra y su prestigio.
Hasta el momento, ninguna persona de la política que haya estado bajo el asedio y escrutinio público ha sido del todo exonerada por el paso de los años.
Por mucho tiempo las y los políticos con fama cuestionable continuarán con el severo juicio de la opinión pública. El aforismo de la política está vigente:
“Es más fácil ser recordado por los malos actos que por las buenas obras”.
En la lista de los señalados se pueden incluir a muchas más personalidades que hoy en día ejercen la representación popular u ocupan cargos en gobiernos estatales.
La relación de nombres puede ser perfectamente ampliable conforme se acerca 2024. En una época donde el desprestigiar con una verdad a medias o con la falsedad es la vía más rápida para quitar adeptos; nadie está a salvo.
De ahí la importancia de blindar la reputación en todo momento. Los actos que hoy parecen ser legales, mañana podrían ser las pruebas y elementos para lastimar una imagen y trayectoria política.
A pesar de la importancia que reviste contar con una estrategia profesional de comunicación de protección y blindaje a la reputación, muchas personalidades de la política desdeñan este mecanismo preventivo hasta que se ven en el escarnio mediático y ven en riesgo sus carreras políticas.
Consideran que tener un plan de contingencia es una inversión no necesaria, que solo con su audacia y sensibilidad política basta, pero olvidan que en política todo cuenta, todo vale y todo se registra.
Revisar el pasado y tener presente las propias debilidades y amenazas no es un acto de contrición, sino de sobrevivencia política en épocas de beligerancia electoral.
Tener preparada y ensayada una narrativa, un discurso, tácticas de defensa mediática, es decir toda una posible defensa, es hoy una obligación para las personalidades de la política que son proclives al ataque o son blancos fáciles y vulnerables por la actividad desempeñada.
Una crisis reputacional mal gestionada siempre genera un estigma indeleble, permanente y siempre recordable y a merced del mejor ajedrecista del tablero electoral.
En toda crisis siempre hay dos resultados: Víctima o villano. Cualquiera que sea hoy tu papel en la política, comunica con estrategia, no con la urgencia y la ocurrencia.
@Javoesquivel.