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AGUSTÍN VARGAS*. La inversión pública es un factor clave en el crecimiento económico, pues a través de la construcción de proyectos de infraestructura promueve la productividad y competitividad de la economía. Además, contribuye al desarrollo humano en materias como educación, salud y equidad de géner
De acuerdo con datos del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP), la inversión pública en México se ha reducido paulatinamente: pasó de 6.0% como proporción del PIB en 2009, a 2.50% en 2019 y para 2021 alcanzó 2.54% del PIB.
Según los datos de ese organismo multidisciplinario, desde 2010 y hasta 2020, los recortes a la inversión pública no permitieron que ésta aportara a la tasa de crecimiento económico. Sin embargo, en 2021, del crecimiento de 4.8% que observó la economía, la inversión pública aportó 0.14 puntos porcentuales, lo cual rompió con una racha de más de una década de aportes negativos a la tasa de crecimiento.
La inversión pública tiene el potencial de generar certidumbre y complementariedad con la inversión privada, lo cual abonaría en mejores condiciones de crecimiento económico.
Para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el bajo crecimiento económico tanto en México como en América Latina es producto de las restricciones fiscales que enfrenta para aumentar la inversión pública. Asimismo, señala que en épocas de crisis los gobiernos de la región tienden a recortar la inversión pública y no la compensan cuando se restablece el crecimiento.
Cabe destacar que en México, de 2005 al primer trimestre de 2022, la formación bruta de capital fijo (inversión) como proporción del PIB fue de 20.6 % en promedio. Durante el mismo período, la inversión pública promedió 4.0 % del PIB y la inversión privada 16.1 %.
En ese periodo, la inversión total pasó de 22.8 % del PIB en 2008 a 17.3 % en 2020, año de la crisis económica y sanitaria generada por la pandemia de Covid-19. En tanto que para el primer trimestre de 2022 se ubicó en 18.6 % del PIB. En lo que se refiere particularmente a la inversión pública, esta pasó de 6.0 % del PIB en 2009 a 2.5 % en 2019; mientras que para 2021 se ubicó en 2.54 % del PIB.
IP no la ha compensado
La caída en la inversión pública observada desde 2009 no ha sido plenamente compensada por la inversión privada. La inversión privada pasó de 17.1 % del PIB en 2008 a 14.8 % en 2020. No obstante, al primer trimestre de 2022 fue de 16.4 % del PIB.
Desde 2010 y hasta 2020, los recortes a la inversión pública han tenido un efecto negativo en la dinámica de crecimiento del producto, en promedio, de -0.23 % del PIB cada año. De 2005 al primer trimestre de 2022, el aporte promedio de la tasa de crecimiento de la inversión pública a la tasa de crecimiento total de la economía fue de -0.03 %.
Sin embargo, para 2021, de los 4.8 puntos porcentuales que creció la economía, la inversión pública aportó 0.14 puntos porcentuales. Lo anterior, si bien es un aporte marginal, rompe con una racha de más de una década de contribuciones negativas a la tasa de crecimiento. En tanto, para el primer trimestre de 2022, el aporte de la inversión pública a la tasa de crecimiento económico del mismo período fue de 0.01 %.
Ante este escenario de incipiente inversión pública es urgente que la ciudadanía esté pendiente de que los recursos púbicos se dediquen a proyectos que mejoren la eficiencia y productividad de las distintas regiones del país y verificar que su impacto en el crecimiento de la economía siga siendo positivo en beneficio de generaciones futuras.
IGAE, debilidad económica
El Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) registró un aumento de 1 % a tasa mensual durante agosto pasado. Si bien es una cifra positiva aunque incipiente, la misma muestra la debilidad de la economía mexicana.
En ese mes las actividades primarias (agropecuarias) incrementaron 3.6 %; las terciarias (servicios), 1.2 % y las secundarias (industria y comercio) no presentaron cambio. A tasa anual el IGAE avanzó 4.7 % en términos reales. Por grandes grupos de actividades, las terciarias crecieron 5.4 %; las primarias, 4.3 % y las secundarias, 3 %.
En agosto la actividad económica hilo dos alzas consecutivas y apuntó su mayor expansión desde abril. Con ello, quedó apenas 0.2 y 0.5% debajo de niveles pre-covid y de su máximo histórico (agosto 2018), respectivamente. La variación anual fue la mayor en 13 meses, en buena medida, por una baja base de comparación, derivada de la implementación de la ley de subempleo del año pasado.
No obstante ello, de acuerdo con analistas consultados, el beneficio por la dilución de los efectos de la pandemia sobre la actividad será cada vez menor, advierten que las reminiscencias del Covid y las tensiones geopolíticas, todavía pueden generar estragos en cadenas de proveeduría y en precios de materias primas.
Además, a nivel local y mundial, se prevé que la desaceleración en la inflación sea lenta y que, por ello, los bancos centrales mantengan una postura monetaria restrictiva por un largo periodo.
Entonces, con la erosión del poder adquisitivo, altos costos financieros y creciente incertidumbre económica, el consumo privado, la inversión fija y las exportaciones exhibirán menor dinamismo a partir del cuarto trimestre del año y durante buena parte de 2023, por lo que la actividad económica se desacelerará fuertemente el próximo año, con un claro sesgo a la baja del Producto Interno Bruto.
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*Periodista, director de la Revista Hábitat Mx