PULSO/ Viejo y nuevo PRI

EDUARDO MERAZ. Para muchos, en materia política, la cuarta transformación se traduce en PNR-PRM-PRI-Morena, señalando al partido guinda como el “nuevo” Revolucionario Institucional, cuando en realidad es “el viejo PRI”, con la siempre viva pretensión de convertirse en la “dictadura perfecta”.

El “echeverrismo tardío” al cual nos quiere someter el presidente sin nombre y sin gracia, es un esquema de “rancio abolengo” en donde la cooptación de los adversarios o inconformes fue una de sus principales características, para asegurar la continuidad de un proyecto con pretensiones de universalización.

Ese mismo modelo -la etapa final del desarrollo estabilizador-, en donde el Estado llegó a absorber buena parte de las actividades productivas y se convirtió en mecenas  de intelectuales y líderes estudiantiles, hoy se quiere replicar, aunque la calidad  sea menor, tanto en términos económicos como culturales.

Eso explica el inusitado interés del mandatario sin nombre, primero, por poner bajo su manto protector a políticos ambiciosos que no lograron avanzar más dentro de las filas del PRI -alrededor de tres cuartas partes del cuatroteísmo son priistas vergonzantes-, que le aportan el “know how” de cómo burlar las leyes.

Y segundo, ese interés inusitado, incluso por encima de los propios dirigentes priistas, por evitar la extinción del partido dominante en el siglo 20, no por un afán democrático, sino para no quedar huérfano, porque a pesar de negar la paternidad tricolor, en ella se crío  y amamantó políticamente.

El llamado presidencial a los priistas a renovarse y a no dejar morir al PRI, es una evidente demostración de la querencia a las tablas tricolores del mandatario sin gracia, sabedor de que la vida de Morena depende, en gran medida, de la defensa de los “valores” priistas, los buenos pero, sobre todo, los malos, en donde abrevó todas sus marrullerías.

Salvo la chica de rojo, las demás corcholatas tienen el fierro priista marcado, por más esfuerzos purificadores, incluidos los abusos y costumbres que garantizaron control y estabilidad por varias décadas, tan caras y necesarias para la reedición del echeverriato, pero ahora denominado PRI-4T.

Versión, que a diferencia de la experimentada hace medio siglo, ahora busca la -aparente- separación entre poder político y poder privado, pero con la incorporación de dos nuevos integrantes “informales” o “outsiders”: el crimen organizado en sus múltiples variantes y la Guardia nacional, en su papel de guardia pretoriana del presidente-emperador, dan forma al cuarteto de la 4T.

Las victorias alcanzadas en los últimos cuatro años por el mandatario sin nombre, que no por Morena, no pueden entenderse sin el hartazgo social contra los gobiernos anteriores.

Pero los gobiernos anteriores ya se fueron, sólo quedan dos: Coahuila y estado de México, y las cuentas y déficits empezarán a cargarse a los gobiernos de Morena y al mandatario sin gracia que, después de un sexenio siendo responsable, ya no tendrá excusas para justificar los saldos de su gestión.

De ahí la urgencia presidencial de que el PRI no muera -eso quedará plasmado, en 2023. en Coahuila y estado de México-, por lo cual estaría dispuesto a darle respiración de boca a boca.

¿Nuevo o viejo PRI?

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Mientras Estados Unidos entiende la “Unión Americana” en el siglo 21 -tipo Europea- con el  lanzamiento del primer centro de la Red de Comunicación Digital en las Américas, el México del mandatario sin nombre y sin gracia, piensa en el trapiche, vía su programa sembrando vida.

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@Edumermo

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