EDUARDO MERAZ. Los excesos verbales del lunes del presidente sin nombre, sin gracia y sin lucidez, para justificar su desacato a la ley, confirman la inestabilidad emocional mostrada a lo largo de su mandato, simplemente porque no puede cumplir uno más de sus caprichos y está que se lo lleva el tren.
Así lo demuestra a cada momento, pues a falta de resultados contantes y sonantes para las mayorías, ha decidido crear sus propias normas, muchas de las cuales son contrarias a la Carta Magna.
Poco importan las voces opositoras o contrarias, cuando cuenta con la aquiescencia de los otros dos poderes. Por eso su enojo con los gobiernos de sus principales socios comerciales, dispuestos a hacer cumplir los compromisos asumidos en el T-MEC.
Berrinchudo como es el inquilino temporal del franciscano Palacio Nacional, como seguramente sufrirá reveses en el plano internacional, internamente no sólo busca la manera de evadir el marco jurídico, sino inventa terminajos leguleyos como «apropiación temporal inmediata» para evitar llamarle expropiación, al arrebato gandalla de terrenos a particulares.
También es capaz de cambiarle el significado a la seguridad nacional, a fin de no cumplir con una disposición judicial de detener los trabajos en el Tramo 5 del Tren Maya, con lo cual vulnera el mecanismo de amparo, el último recurso de defensa con el que cuenta la ciudadanía ante los abusos de los gobiernos.
Sin embargo, lo más inquietante de estos momentos es la pasividad e indiferencia del Poder Judicial ante la exacción de las garantías individuales y colectivas de los mexicanos, cuando la Suprema Corte debería ser el principal valladar a los apetitos absolutistas, sin necesidad de existir una denuncia de por medio.
Si la Corte, como garante de la legalidad y del cumplimiento irrestricto a la Constitución guarda un ominoso silencio, los mexicanos nos encontramos en total indefensión.
Lo mismo puede decirse de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, que en lugar de convertirse en una piedra en el zapato de los gobernantes, se ha vuelto un peñasco difícil de salvar para los ciudadanos frente al gobierno federal.
Frente a estos hechos ya inocultables, donde el cuatroteísmo mina poco a poco reglamentos y leyes, la moratoria constitucional promovida por la alianza opositora carece de sentido y tendrá mínimos efectos en un ámbito donde la ley no vale nada o sale sobrando ante los apetitos presidenciales.
Sin un movimiento fuerte y amplio de la sociedad, las pseudo República, democracia y libertades que se supone disfrutamos los mexicanos, hará que nos lleve el tren de la monarquía, donde el poder ejecutivo encarna todo y a todos y su voluntad será la única válida.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Las “estafas maestras” de las obras insignia del cuatroteísmo serán cinco veces o más a la del gobierno de Peña Nieto. Tan sólo en el Tren Maya tendrá un costo entre 15 y 20 mil millones de dólares, cuando el presupuesto original era de 11.8 mil millones de dólares.
@Edumermo