
EDUARDO MERAZ
Los ejemplos de recientes sucesos en Chile y Cuba han hecho sonar las alarmas en el cuatroteísmo, por lo cual es dable esperar una reforma electoral a modo para garantizar al máximo la permanencia del régimen actual, de preferencia morenista.
Consciente de que la permanencia en el poder es un juego de resistencia más que de legitimidad, se atrinchera en la idea de una reforma electoral hecha a la medida, un traje sastre que garantice la continuidad del régimen morenista, aun cuando el tejido social se deshilache.
Idea no original, pero reveladora de los grandes temores morenistas de perder el poder y ser juzgados por sus excesos.
Con una presidenta con más de 70 por ciento de popularidad -según encuestas dignas de todo descrédito-, una amplia “clientela” de los programas sociales e importantes negocios con empresarios de la derecha nacional e internacional, resulta inexplicable una reforma tendente a subordinar a las autoridades electorales y a matar por inanición a los partidos opositores.
Si mucho nos apuran, la reforma que habrá de proponer el gobierno de la mandataria Claudia Sheinbaum y aprobada -sin moverle una coma- por el Congreso de la Unión, responde al ver las barbas de sus vecinos cortar, pero se niega a poner las suyas a remojar, pues se ha dado cuenta de dos cosas:
La permanencia por largos periodos de gobiernos socialistas tropicalizados en América Latina, terminan por dejar en la miseria a sus habitantes; y segundo, las izquierdas latinoamericanas son perversas y pervertidas, lo cual genera insatisfacción y descontento social.
La comprensión de estas realidades, en el caso de la 4T se expresa, desde ya, en miedo, ese viejo consejero de los poderosos y que trata de convertirlo en brújula.
Débiles ante sus propios vicios y desviaciones ideológicas y económicas, la mal llamada izquierda latinoamericana ha dado pruebas fehacientes de ineficiencia, derivada de malos diagnósticos, caprichos y venganzas que, sumados, terminan por generar desencanto y la aparición de fuerzas inéditas que le disputarán el poder.
Esta corriente en México, no sólo repite los mismos defectos, sino los ha amplificado a niveles insospechados, como es el caso de la corrupción, pues no conforme con cambiar el marco jurídico en su beneficio, termina por pasar encima de las normas en aras de obtener la mayor riqueza posible.
Si a ello sumamos la corrupción, ese monstruo que nunca duerme, nos damos cuenta que ha encontrado en el oficialismo mexicano un aliado complaciente, pues su objetivo no es la justicia ni el bienestar común, sino la acumulación de riqueza, el saqueo disfrazado de transformación y han hecho de la narrativa del cambio coartada para la rapiña.
Por ello, la reforma electoral que se vislumbra no es, entonces, un ejercicio democrático, sino un mecanismo de blindaje; el cuatroteísmo trata de construir un muro jurídico que proteja al régimen de las inclemencias del descontento popular.
La posibilidad de que el fantasma de las urnas adquiera cuerpo, es el temor para el 2027 entre el grupo gobernante. Ante eso, busca domesticar al árbitro electoral, reducirlo a un notario servil que certifique lo que el poder ya ha decidido de antemano.
Con ello, pretende superar el doble y añejo trauma de la izquierda mexicana: por un lado, arrastra la memoria de derrotas históricas, de luchas que nunca alcanzaron la victoria plena; por otro, carga con la evidencia de que, cuando ha tenido la oportunidad de gobernar, ha reproducido los mismos vicios que criticaba en sus adversarios.
El discurso de masioserismo acendrado de la última concentración morenista en el Zócalo difícilmente le alcanzará a la habitante de Palacio Nacional para desvanecer los fantasmas de la corrupción, la ineficiencia, el autoritarismo, que la persiguen y que ahora amenazan con devorarla desde dentro.
Y es que, por lo visto hasta el momento, después de siete años, el oficialismo no ha aprendido de sus vecinos que los regímenes prolongados terminan por colapsar bajo el peso de sus propias contradicciones.
En lugar de corregir el rumbo, ha decidido blindarse, construir un sistema que le permita resistir incluso cuando la legitimidad se haya evaporado. Es un acto de supervivencia política, pero también de desesperación.
El miedo, el trauma y la corrupción forman una tríada que explica la obsesión por la reforma electoral.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Si bien los incidentes de terrorismo en México han disminuido, la actividad delictiva impulsada por los cárteles del narcotráfico sigue siendo prevalente en el panorama delictivo, lo cual deriva en “una de las tasas de homicidios más altas del mundo” y “otras formas de conflicto violento extremadamente altas”.
El “Índice Mundial de Terrorismo 2025”, que es un estudio que analiza el impacto del terrorismo en 163 países, elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz, arroja que México se ubica en el lugar 82 con 0.582 puntos, empatado con Austria, Serbia y Corea del Sur.
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