PULSO/ Mañanera de los lamentos

EDUARDO MERAZ

Así como se repite hasta el cansancio; no puede haber gobierno rico y pueblo pobre, se debería incluir este otro: no puede haber gobierno feliz y pueblo infeliz, pues es evidente el interés de los gobiernos cuatroteístas por llevar a los mexicanos a ser felices, felices, felices.

Para lograrlo, se han esforzado, tanto el expresidente sin nombre y sin palabra como la actual habitante de Palacio Nacional, en aplicar su neo monárquico modelo de desarrollo, en donde el precio de los combustibles está a mitad de precio, hay medicinas para aventar hacia arriba, la educación es de alto nivel, México es el país más seguro del mundo y no ha habido muertos violentos en las últimas semanas.

La economía nacional crece a un ritmo mayor al índice de natalidad; es tan eficiente el manejo del gasto público, que no ha sido necesario contratar más deuda y los excedentes se retornan directamente a los habitantes.

No obstante, estas magníficas condiciones en las cuales nos han colocado los cuatroteístas, los mexicanos somos insensibles ante un gobierno, siempre dispuesto a sacrificarse, sufridor y perdedor como pocos, con tal de alcanzar una felicidad permanente para sus gobernados.

Como fieles intérpretes del grupo musical “Los Solitarios”, los funcionarios del cuatroteísmo gimotean y se desgarran las vestiduras ante tanta incomprensión de los mexicano, incapaces de valorar la importancia de perder diariamente más de 3,000 millones de pesos de sus tributos.

Y así como ese déficit originado en sus obras más emblemáticas, existen muchos otros en todas las acciones de los gobiernos guindas, donde afloran como hongos en temporada de lluvias la corrupción y la impunidad.

Esta es una cifra únicamente relacionada con tener en operación Mexicana de Aviación, el Tren Maya, el Aeropuerto Felipe Ángeles, la Comisión Federal de Electricidad y -la joya de la corona-, Petróleos Mexicanos.

Esas empresas paramilitares, se deben sumar los exitosos proyectos del agua, el gas, los chocolates, las farmacias, las tiendas, las Islas Marías y un largo etcétera de empresas cuatroteístas, bautizadas con el apelativo de “Bienestar”.

Por eso es entendible el enojo presidencial que se trasluce en la “Mañanera de los lamentos”, pues no se comprende como la gente cuestiona, se opone y, en ocasiones, se irrita por los programas y acciones gubernativos; actitudes contrarias a las estadísticas mundiales donde se asegura que México es uno de los países donde el pueblo es feliz.

Por encima de cualquier consideración, desde diciembre de 2018, los mexicanos hemos sido testigos de la infelicidad cotidiana de los titulares del poder ejecutivo y de muchos de sus colaboradores, como prueba fehaciente de su sacrificio por la dicha inicua de ver contento a su pueblo.

Sacrificio, sin embargo, ajeno a ser aceptado como estigma. Por ello, en todas las conferencias deben expiar sus culpas, a través de acusar y culpar a los demás de todas las desgracias habidas y por haber; de presentarse como víctimas, blanco preferido de adversarios y opositores y, con ello, evitar los golpes de pecho que son reconocimiento de pecados.

En esa liturgia matutina, se conoce, a pesar de los otros datos, cómo sangran dinero público sin control, mientras tanto las familias pagan IVA, ISR, IEPS, para financiar el fracaso. Y a manera de despedida, entre los oficiantes sufridos del cuatroteísmo, entonan a todo pulmón el siguiente coro:

“Sufrir, me toco a mí, en este gobierno; llorar es mi destino hasta el final; qué importa que la gente me critique; si así lo quiere amlo, yo tengo que sufrir”.

Bueno, algunos lo toman como karma y han convertido el Salón Tesorería de Palacio Nacional en la “Mañanera de los Lamentos”, aunque por los resultados de poco más de un sexenio, es innegable que fue el pueblo el que se lamentó.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Para ilustrar la frase inicial: “no puede haber gobierno feliz y pueblo infeliz”, la Secretaría de Salud (Ssa) de México corrigió este martes la cifra proporcionada esta mañana por su titular, David Kershenobich, quien afirmó -erróneamente- que el 38% de niños padecían diabetes en el país, y aseguró que esa cifra es de quienes sufren debilidad visual.

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