PULSO/ Mal momento

EDUARDO MERAZ. Los últimos tres fines de semana, la suerte le ha volteado la espalda al presidente sin nombre y sin gracia: 83 por ciento no peló  la consulta; no pasó la reforma eléctrica y su «amigou» Trump lo exhibió de fea manera, además del duelo Gertz-Scherer.

Bueno, ni siquiera la llegada del segundo nieto, de parte de su primogénito y los quince abriles del socoyote logran levantar el decaído ánimo que trasluce su cara, entre cansancio, agobio y desencanto;  poco falta para que vuelva a exclamar: ya no puedo más, ya no puedo más,  siempre se repite la misma historia.

Y así es en efecto en los gobiernos sexenales; el último tercio es el más pesado, porque justo cuando el mandatario sin nombre cree vislumbrar la luz al final del túnel, es ya el ocaso. Los tres domingos previos son señal inequívoca de la menguada fuerza que tiene, por lo que recurrir al estridentismo es prácticamente la única opción que le queda para demostrar que sigue ahí, cada vez más solo.

En su desesperación por cortar la racha negativa, amaga a la oposición con el Código Penal por supuesta traición a la patria, y unos días después muestra orondo como le entrega el agua a una empresa norteamericana y se conoce como puso a disposición de un gobierno extranjero a las fuerzas del orden y subordinó la política migratoria a los intereses de Estados Unidos, por muy buen vecino que sea.

Anuncia un plan para contener la inflación, que seguramente incluirá un parcial y temporal control de precios, de aquí a que pasen las elecciones estatales de seis estados, a ver si de esa forma logra recuperar una piscacha de los votos perdidos y les da un empujón a los abanderados de Morena, que no las traen todas consigo.

Por eso sacó de Segalmex a su primer empleador, Ignacio Ovalle, que tiene por aclarar el destino de 9 mil millones de pesos, sin que por ello se haya avanzado un ápice en la tan cacareada soberanía alimentaria, que hoy está más lejana que antes. Y por los precios internacionales de los granos básicos que deben importarse, afectarán las finanzas públicas y los bolsillos de la población.

Con una economía estancada y mayor carestía, volver a los 30 millones de votos de 2018, que tanto le gusta recordar y recalcar como si hubiese sido ayer cuando los obtuvo, será una tarea de difícil concreción.

Hoy ya solo le queda la mitad y eso a duras penas, porque varios centenares de miles fueron «persuadidos» de acudir a las urnas el 10 de abril. Eso sería su verdadero voto duro y tal vez el tope que obtendría en el 2024, si es que el último tramo de la gestión cuatroteísta no se desbarranca.

Los ínfimos resultados alcanzados en más de 40 meses, no son como para presumir y, mucho menos, para convencer a los ciudadanos de las bondades de un proyecto  que conforme pasan los días se ve más tumefacto, lleno de chipotes que ya ni sus más fieles seguidores reconocen.

Recuperar la mitad de sufragios perdidos, con una país  en ruinas en materia económica, en salud, en seguridad; con 90 por ciento de mexicanos que ha visto descender sus niveles de vida, en contraste con el enriquecimiento de la familia presidencial y colaboradores cercanos, parece poco probable.

Por eso, el presidente sin nombre anda que no lo calienta el sol. Como es habitual en él, anda viendo de qué forma se saca la macaneada en su contra, porque los distractores de tanto sacarlos a relucir ya no tienen impacto, y menos cuando sus interlocutores han decidido crearle el vacío.

Este mal momento parece que se extenderá en el tiempo. Sus otras dos reformas -la político-electoral y la de la Guardia Nacional- se vislumbran como proyectos nonatos, debido al ambiente polarizado y enrarecido creado desde Palacio Nacional y magnificado por el morenismo.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

El subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas Rodríguez, reconoció que es urgente «dejar atrás la pereza institucional», pues una de cada cuatro desaparecidos en el país es mujer, la mayoría menor de edad, entre los 12 y 19 años.

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@Edumermo

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