EDUARDO MERAZ
A medio mundo inquieta la actitud “echada pa’lante” del presidente Donald Trump con tal de devolver la etapa dorada a los Estados Unidos como el guía del mundo. Su visión autárquica en realidad estaría escondiendo los serios desbalances económicos a los cuales se enfrenta la considerada, hasta ahora, la máxima potencia del planeta.
Contrario sensu a quienes consideran las decisiones del mandatario estadounidense como signo de fortaleza, por tratar de imponer condiciones a sus principales socios, en realidad nos está hablando de las urgencias de su país por aislarse durante algún tiempo, a fin de recuperar el aliento perdido en su evolución económica.
Sus decisiones de dejar de colaborar con prácticamente todos los organismos internacionales, hacer llamados a inversores de todos los países de canalizar recursos a su mercado y constreñir la entrada de bienes y servicios de otros países, son el tridente de “trumpadas” mediante las cuales busca trascender la inviabilidad actual de corregir -con los actuales mecanismos e instrumentos- los déficit comercial y financiero de Estados Unidos.
Por todos es sabido la larga etapa en la cual el país gobernado, en una segunda ocasión, por Trump es la nación con la mayor deuda mundial y con un de los más grandes déficit comercial, por lo cual ha decidido incrementar los tributos internos y externos, a fin de obtener ingresos extraordinarios para apoyar a todas las empresas que decidan instalarse y operar en su país.
Refugiarse en las fortalezas internas de los estadounidenses en todos los ámbitos, se traduce en rechazar o aceptar a regañadientes todo lo proveniente fuera de sus fronteras, por considerarlo causa de sus males actuales.
Este nacionalismo provincial, quisiera Donald Trump convertirlo en providencial y no dudará en buscar la autosuficiencia en muchas ramas productivas; es una versión rupestre -por decirlo de alguna manera- del modelo sustitutivo de importaciones, el cual se traducirá en mayores precios para sus habitantes, pero será ampliamente contributivo para el mejoramiento de las finanzas públicas estadounidenses.
Esta especie de encierro, a través del cual obtendrá millonarias cantidades tributarias, es para encaminar a las empresas norteamericanas hacia el predominio en los campos de alta tecnología e inteligencia artificial, pero sin descuidar el campo de las manufacturas, pues seguirán siendo el soporte de la nueva etapa de la economía: digital y virtual.
Bajo la máxima popular: “cada quien para su santo”, el gobierno de Donald Trump dejará de ser “hermano de la caridad” y mucho menos derrochador. No en balde su insistencia por avanzar en la conclusión de los conflictos armados, como los de Israel y Hamas o como el existente entre Rusia y Ucrania.
Uno de los dogmas del populismo de cualquier signo es inventar enemigos domésticos o foráneos sobre los cuales descargar traumas y, en caso de fracaso, tener a quien culpar por no haber alcanzado el “american dream” o su versión siglo XXI, “Make America Great Again” -MAGA.
Está por verse si el conjunto de “Trumpeadas” anunciadas hasta el momento se encaminan hacia una “reconfiguración” o “reingeniería” soñadas por el nuevo mandatario estadounidense, tienen la fuerza suficiente para jalar al resto de las naciones hacia una nueva etapa de desarrollo económico o se trata de un egoísta propósito de control y dominio.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Ciertamente la reforma judicial es ley; no así su proceso de darle cuerpo y sentido. El exceso de cucharas metidas en la cazuela de la elección de juzgadores, más que un buen mole, terminará por tratar de hacernos tragar un batidillo.
@Edumermo