PULSO/ La “guerra sucia” cuatroteísta

EDUARDO MERAZ. El tiempo pasa y conforme se acerca el final de la administración cuatroteísta, afloran con mayor frecuencia ilegalidades, promesas incumplidas, actos de corrupción, a grado tal, que el muro de contención que es la mañanera para desvanecer las múltiples fallas de la “mafia de la ineficiencia”, cada vez se ve más cuarteado.

Después de casi cuatro años de estar al frente del país, por lo visto no ha hecho gran cosa para remediar los males que aquejan a los mexicanos. Por más que el presidente sin nombre, sin gracia y sin lucidez insista en que todo va bien, alrededor del 90 por ciento de los mexicanos han visto descender sus niveles de vida.

Ese mismo o un mayor porcentaje de los crímenes y delitos que padecen los mexicanos quedan impunes; un tercio del territorio nacional está controlado por el crimen organizado, a pesar de las reuniones de seguridad de lunes a viernes donde, al parecer, son incapaces de desarrollar inteligencia y estrategia y, mucho menos, de lograr tiros de precisión.

Tanto a nivel federal, como en los ámbitos estatal y municipal, se sabe de cómo operan las bandas delincuenciales y aún así, han sido incapaces de diseñar una estrategia para evitar su expansión, no obstante el incremento significativo de las fuerzas del orden en las calles -Guardia Nacional, Ejército y Marina.

A la fecha puede decirse, sin temor a equivocarnos, que ninguna familia ha quedado exenta de algún delito, ya sea de parte de las autoridades o del crimen organizado. Hasta los machuchones, han tenido que sujetarse a “aportaciones” o métodos de “persuasión”, que son la forma elegante de llamar a los “moches” o, de plano, la extorsión de parte de funcionarios públicos de todos los niveles.

Esta es una nueva versión de la “guerra sucia”, que ya suma más de 124 mil asesinatos, alrededor de 30 mil desaparecidos y millones de familias agraviadas; cifras de espanto que no se ven ni siquiera en países en guerra o en los regímenes totalitarios, ni mucho menos en México en épocas de gobiernos autoritarios.

Y es precisamente ese trauma o temor de ser calificado como represor lo que ha llevado al presidente sin lucidez a postular su estrategia de abrazos no balazos que, en los hechos, refleja a un gobierno claudicante, omiso por conveniencia o por connivencia.

Ciertamente cambiar tendencias no se logra de la noche a la mañana o de un día para otro, como se defiende el mandatario sin nombre y sin gracia, pero ya lleva alrededor de mil 500 días al frente de las instituciones. El tono de los pretextos y justificaciones esgrimidas desde el teatro en atril mañanero, hablan de un gobierno que ya dio por perdida la batalla contra la delincuencia.

Son tantas las inseguridades y temores que dominan al presidente sin nombre, que requiere estar casi siempre acompañado de los responsables de las fuerzas armadas y pernoctar -cuando no lo hace en el franciscano Palacio Nacional- en instalaciones militares.

Los indicadores en materia de seguridad y violencia, dan cuenta de que los mexicanos tenemos un ejecutivo sin lucidez, pero con mucha tozudez, incapaz de conmoverse con el dolor de millones de mexicanos.

El olvido en que el gobierno cuatroteísta tiene a los mexicanos, es la nueva forma de “guerra sucia” en la que nos tiene inmersos la mafia de la ineficiencia, que busca tener no un pueblo bueno y sabio, sino un pueblo precarista.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

El secretario general de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Ramón Castro Castro, lamentó que México esté “salpicando sangre de tantos muertos y desaparecidos”, entre ellos 27 sacerdotes, incluido los padres jesuitas que han sido asesinados por el crimen organizado, identificándose así, con los miles de víctimas de nuestro pueblo que han tenido este fin”.

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@Edumermo

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