PULSO/ La cantina del Congreso

EDUARDO MERAZ

Como si fuera canción de José Alfredo Jiménez, ¿quién no llega al Congreso, exigiendo su licencia y pidiendo, luego, reinstalación? Y hoy, como antes, más que antes, las Cámaras de Diputados y de Senadores parecen cantina, con puertas abatibles donde los legisladores de todos los colores entran y salen a la menor provocación para buscar otros cargos y encargos.

Lo mismo piden permiso para ir por otro puesto que, después, si la suerte no los favorece, regresan a seguir viviendo del presupuesto, pues los ideales y las convicciones no suplen el peso específico de las dietas a las cuales tienen derecho y son cercanas a sus bolsillos.

Lo mismo quienes buscan una gubernatura, una senaduría, una diputación o una alcaldía o presidencia municipal, ante la realidad de que muchos de ellos no tienen ninguna posibilidad de ser reelectos. El chiste es no soltar el cargo ni el salario, sobre todo a finales de año, donde bonos, aguinaldo y uno que otro extra no son desdeñables.

Así, los más conspicuos diputados y senadores, en especial los del oficialismo, aprovechan las ventajas de pertenecer al Poder Legislativo, donde los cargos, por ley, son irrenunciables, lo cual les permite regresar al cotarro si las cosas no salen como esperaban.

Algunos ejemplos entre el sector escañero son Jaime Bonilla, quien no logró que perviviera su corto mandato en Baja California; Delfina Gómez, que salió del Senado, para irse a la Secretaría de Educación Pública; después regresar brevemente a labores legislativas, para irse de candidata triunfante por Morena a la gubernatura del estado de México.

Y ni que decir de Ricardo Monreal, que tras su fallido intento por alcanzar el bastón de mando del cuatroteísmo, hubo de regresar a su escaño, y ver si puede sacarle las papas del fuego al presidente totalmente Palacio Nacional, en la nominación de un nuevo ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Algo similar ocurrió con la ministra en retiro, Olga Sánchez Cordero, que después de dejar su senaduría para atender los asuntos de la Secretaría de Gobernación, hubo de regresar a su escaño.

Habrá que estar atentos a lo que le suceda al senador Alejandro Armenta en su aventura poblana, luego de la lucha fraterna con su primo Ignacio Mier para obtener la nominación a la gubernatura de Puebla, pues por el momento no se vislumbra vaya a obtener el triunfo.

En similar circunstancia se encuentra Xóchitl Gálvez, quien hace unos cuantos días solicitó licencia para dedicarse de lleno a su campaña en pos de la Presidencia de la República, por parte de la alianza opositora.

Entre los diputados, entre los curulecos más sonados se encuentran Santiago Creel y Gerardo Fernández Noroña, quienes buscando la candidatura a la primera magistratura de parte del frente opositor y del cuatroteísmo, no les alcanzaron sus prendas y virtudes, aunque de momento han sido integrados a los equipos de las candidatas.

Pero quien se lleva las palmas, en eso de entrar y salir del cargo de elección popular, es el gobernador, a ratos, de Nuevo León, Samuel García, quien pretende chiflar y tragar pinole al mismo tiempo. Lo más viable es que siga los pasos de su antecesor, El Bronco, Jaime Rodríguez Calderón: perderá la elección presidencial y será perseguido por malos manejos.

Como se ve, la cantina “El Congreso” es uno de los lugares predilectos de la clase política mexicana, pues una vez apartado su lugar dentro, pueden entrar y salir casi a placer. Y así se atreven a pedir el voto ciudadano, já.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Si te llaman de la casa de campaña de Palacio Nacional, quiere decir que algo anda mal; por tanto, dejas a un lado el bastón de mando y acudes presurosa a recibir los consejos, pues está visto que es insuficiente tener mucho dinero para garantizar el triunfo.

Y luego, dicen los sabihondos, que los problemas están en la casa de enfrente.

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