PULSO/ Guelatao e Ivermectina

EDUARDO MERAZ. A pesar del manto protector, de detentes, estampitas, cantidades industriales de vitacilina y de la investidura presidencial, la chica de rojo, Claudia Shienbaum, no pudo evitar contagiarse por segunda ocasión de Covid-19.

Por lo visto, tampoco le funcionó la protección de la Virgen de Guadalupe, cuya imagen osó usar en una falda, mientras participaba de las festividades en el Cerro del Peñón y mucho menos asistir a la representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa.

Bastó con un pequeño viaje en el Metro -muy publicitado en sus redes sociales- para convertirse en un número más de los infectos -infectados- de la pandemia, prueba fehaciente de sus bajas defensas no sólo en materia de salud, sino también de carácter político.

Tal vez sería recomendable siguiera el tratamiento a base de Ivermectina que aun cuando no fue aprobada por los organismos internacionales de salud, ella por sus pistolas se las aplicó, sin autorización, a miles de habitantes de la Ciudad de México, de los que nunca se han dado a conocer sus resultados.

Esa misma falta de transparencia y rendición de cuentas ocurre con lo acontecido con la Línea Dorada, cuyas fallas en diseño, construcción y mantenimiento costaron la vida de 26 personas.

Pero para demostrar que ella y su coach no se rinden, ha decidido emprender una persecución contra todos aquellos impíos del cuatroteísmo, a las “buenas costumbres” o a quienes afean la ciudad.

Por eso no debe extrañar la belicosidad empleada contra pobladores indígenas que llegan a la ex región más transparente. Esta beligerancia también la aplica a las autoridades electorales de la CDMX, al reducirles el presupuesto, o hacia los alcaldes de oposición, entorpeciendo sus labores.

El caso más notorio es de la alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, a quien le busca la paja en casi cualquier paso que da, con la insana pretensión de inhabilitarla de sus funciones, por haberle arrebatado esa demarcación a su correligionaria Dolores Padierna.

Primero fue por el maltrato que dio a policías de la alcaldía; después por tratar de dar una imagen única a los puestos en la vía pública. Y ahora, por haber clausurado el deportivo Guelatao, cuyas ruinosas condiciones ponían en riesgo la vida de los usuarios.

Y es que Cuauhtémoc es la jurisdicción que más recursos genera al gobierno capitalino y al gobierno federal; riqueza -jugosos negocios- que ya se saboreaban ella, Padierna, el señor de las ligas -René Bejarano, esposo de Lolita- y el presidente sin nombre y sin gracia.

Así la Ciudad de México se ha convertido en arena de lucha libre, donde los habitantes de la capital del país han dejado de ser ajenos de las llaves y candados entre las autoridades, pues a cada momento se salen del ring e involucran a los espectadores, los que no siempre pueden esquivar los sillazos, patadas y mordidas.

En su calidad de “corcholata favorita” y con tal se seguir siendo la consentida del habitante del franciscano Palacio Nacional, a Sheinbaum Pardo le ha dado a últimas fechas por mostrar los dientes, presentándose como la única guardiana del cuatroteísmo.

Sin embargo, su escuálida y triste figura, física y política, no le ayuda mucho a que la gente le crea, primero, una persona sincera y, segundo, capaz de conducir los destinos del país. Su recaída por coronavirus, así lo certifica.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Sí México es el país menos pacífico de la región Centroamérica y se ubica entre los últimos lugares a nivel mundial, quiere decir que la estrategia de abrazos y no balazos simple y sencillamente es uno de los más dolorosos fracasos, junto con el combate a la pobreza, del mandatario sin nombre.

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