EDUARDO MERAZ. No es por espantarlos o quitarles el sueño, pero las condiciones económicas, sociales y políticas del último tramo del presidente sin nombre, sin gracia y sin lucidez, se asemejan en demasía a las vividas durante el echeverriato, a partir del cual México vivió una etapa de continuas crisis.
Los déficits en la balanza comercial se empiezan a volver una constante y, de mantenerse la tendencia, la devaluación es una consecuencia fatal; la carestía continúa, sin que las medidas del gobierno puedan frenarla; los caprichos presidenciales cada vez salen más caros. Y como cereza del pastel, como ya agotó los fondos para emergencias, nos quiere obligar a vivir en la pobreza franciscana.
Es decir, vamos a ingresar a la fase superior de un gobierno que inventa ocurrencias, no acciones realistas, inútiles para gobernar. Por más ahorros en salarios, viáticos y viajes de los funcionarios públicos, ni siquiera se alcanzan a cubrir los despilfarros multimillonarios habidos en la tríada de obras emblemáticas.
Ejemplo de ello, es el anuncio de la Secretaría de Hacienda de destinar 22,500 millones de pesos de nuestros impuestos para entregarlos a Pemex, a fin de que cubra el IVA de los contratos de construcción de la refinería de Dos Bocas, por la incapacidad de los funcionarios de no haber presupuestado este impuesto. ¡Vaya olvido!
Y si eso ocurre en algo tan sencillo, qué se puede esperar de cómo el gobierno en su conjunto maneja el dinero de los contribuyentes, sobre todo cuando 8 de cada 10 de sus compras, sean obras, materiales o servicios se entregan de manera directa, haciendo de lado la obligación de hacerlo mediante licitación pública.
Ciertamente la recaudación lograda por las autoridades hacendarias ha sido importante y ha permitido hacer frente a gastos indispensables, pero sin alcanzar una cobertura plena. Sin embargo, es una fuente que sin incorporar a nuevos contribuyentes empezará a agotarse, en tanto las necesidades básicas de la población se incrementan.
Tener un gobierno pobre, es tener un pobre gobierno, además de mal administrador, cuyas cuentas alegres sencillamente no le alcanzarán para hacer realidad los anhelos de los mexicanos de lograr un acceso universal a la salud y a la educación, de vivir sin temor o de contar con oportunidades de desarrollo para salir de la precariedad.
Un gobierno falto de recursos, o se endeuda para cumplir sus obligaciones con sus gobernados, o cancela programas, dejando en el desamparo a millones, por lo cual la austericidio política gubernamental conlleva nuevos sacrificios para los ciudadanos.
La pobreza franciscana postulada por el presidente sin lucidez, en realidad no se limita a lo económico. En realidad, el cuatroteísmo es ideológicamente menesteroso, de escasas luces, pues se limita a replicar un modelo de desarrollo aplicado hace medio siglo, cuando las condiciones eran totalmente diferentes, y terminó en un fracaso rotundo y años de penurias para los mexicanos.
Hasta el momento, los únicos cambios verdaderos entre la administración de Luis Echeverría y la actual, consiste en la creciente presencia militar y del crimen organizado en actividades productivas -lícitas unas, ilícitas las otras- y, por lo visto en varias regiones del país, como sectores del partido en el poder.
La copia remasterizada del echeverrismo no augura nada bueno.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Las sequías, que cada vez son más frecuentes en México, complican los planes del gobierno para la generación de energía hidroeléctrica y tendría que recurrir a fuentes sucias y caras como el diésel y el combustóleo, advierte Moody’s.
@Edumermo