PULSO/ El amor en tiempos electorales

EDUARDO MERAZ

Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida,
y se van llorando, llorando,
la hermosa vida.

Jaime Sabines

Si Roma bien vale una misa, cuanto más ocupar la silla presidencial. Por eso se ha vuelto práctica muy común, previo al inicio formal de las precampañas y campañas electorales, contraer nupcias, ya sea por lo civil o cualquier religión, para dejar en claro la existencia de una familia, hecha y derecha.

Este recurso emocional ya se ha vuelto costumbre entre la clase política de México. Y hemos visto como en el presente siglo los políticos, hombres y mujeres, ya fuese viudos o divorciados gustan publicitar un nuevo enlace matrimonial, a fin de evitar ser cuestionados por su soltería, la cual es vista como falta de madurez o compromiso.

La simbología política de aparecer en una foto con la nueva pareja es una forma de asegurar al electorado que son gente confiable. En tiempos recientes hemos visto como desde el actual mandatario, su antecesor, el exsecretario de Relaciones Exteriores y la “bastonera” han decidido recurrir a este paso en tiempos electorales.

Parece un tanto cuanto fingido este tipo de compromisos asumidos en fechas tan significativas para la democracia mexicana, con lo cual se pone en duda si las motivaciones son 100 por ciento amorosas o más bien se trata de matrimonios por conveniencia.

Extraña conducta de los integrantes de la clase política del país incurrir en este ¿despropósito? Más allá de los asuntos del corazón y los sentimientos, queda la impresión de minusvalía, pues indicaría falta de carácter para asumir una responsabilidad por sí mismos.

Si en el pasado remoto la visión tradicional de un matrimonio bien avenido tenía un peso específico en la visión de la ciudadanía respecto de sus posibles representantes populares, en la actualidad, existen demasiadas variantes a la familia tradicional.

En las elecciones de 2024, estamos frente a un cambio dramático. Lo más probable es la elección, por vez primera, de una mujer como presidenta de la República -aun cuando hay un candidato varón-, lo cual implica un severo revés a la visión machista de muchísimas décadas, y a no pocos votantes les puede significar un choque cultural.

El giro en usos y costumbres de antaño, sin que ello signifique un cuestionamiento al talento de las candidatas del oficialismo, Claudia Sheinbaum, y de la alianza opositora, Xóchitl Gálvez, va más allá del momento emocional de sus respectivos matrimonios, pero sobre todo, de la madurez de los cónyuges, para -como dice Jaime Sabines- no salir a cazar fantasmas.

Quienes contraen nupcias previo a los comicios, no parecen hacerlo por un verdadero sentimiento, sino por cálculo político y “juegan el largo, el triste juego del amor”.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Por unanimidad, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) desechó el recurso presentado por la Consejería Jurídica de la Presidencia para impedir que el ministro Javier Laynez atienda el tema de la extinción de fideicomisos del Poder Judicial. Consideraron que la solicitud es improcedente, “cuando se trata de acciones de inconstitucionalidad o controversias constitucionales.

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