PULSO/ Deuda y huachicol

EDUARDO MERAZ

Los elementos fundamentales del legado histórico -no histriónico ni histérico- de López Obrador, los máximos logros jamás igualados en la historia del país son, sin lugar a dudas, la deuda pública y el huachicol fiscal, pues en ambos rubros quedo plasmado el extenuante trabajo, dedicación y compromiso social del ex mandatario; son los dos pilares fundamentales del humanismo mexicano.

Pocos legados han sido tan contundentes, tan palpables, tan cuantificables como el que nos dejó el sexenio de Andrés Manuel López Obrador, pues no estamos hablando de promesas etéreas ni de reformas constitucionales que duermen el sueño de los justos en el Diario Oficial. No. Hablamos de cifras, de números que no mienten.

Grosso modo en estas dos actividades, ha implicado para los mexicanos perder 1.5 billones de pesos cada año, tanto por la ausencia de ingresos tributarios (huachicol) como por exceso de pagos derivados del endeudamiento en el sexenio pasado.

Todos hemos sido testigos de los desvelos y desmañanadas de quienes han encabezado el poder ejecutivo del país. Para poder hacer frente a el cúmulo de problemas y achaques dejados por las malditas administraciones neoliberales, han debido recurrir a endeudarnos a manos llenas y a hacerse de la vista gorda frente a los grupos criminales para evitar la violencia, pues también son humanos.

Resultado de esos ejes políticos, ahora tenemos una deuda pública rondando los 20 billones de pesos, peccata minuta, si tenemos en cuenta la salida de 13.4 millones de mexicanos de su condición de pobreza.

Si sólo consideramos los alrededor de 8 billones de pesos de deuda adquiridos al sexenio pasado, significaría un costo de 600 mil pesos por cada compatriota que dejó de ser pobre. Una verdadera ganga, difícil de encontrar en cualquier parte del mundo; es un ejemplo señero del realismo mágico del cuatroteísmo.

El cálculo es simple, casi poético: endeudarse para liberar, como si el país entero hubiera hipotecado su futuro para comprarle dignidad al presente. Y en esa lógica, el endeudamiento no es un error, sino una epopeya, un acto heroico y que debe estar en los anales de la historia patria.

Pero este milagro quedaría incompleto si omitimos el papel relevante del llamado huachicol fiscal (el contrabando de diésel y gasolinas), que pasó de ser un negocio poquitero a uno de dimensiones estratosféricas, a costa de millones de mexicanos.

El valor del combustible ilegal que ingresa al país, supera los 20,000 millones de dólares anuales, según una persona que ayudó al fisco mexicano a estimar el tamaño de este negocio ilícito, de acuerdo con un reportaje de Reuters.

El contrabando de combustible ha crecido tanto que las importaciones ilegales representan hasta un tercio del mercado mexicano de diésel y gasolina, según diversas fuentes actuales y anteriores del gobierno.

Pero el Estado —ese elefante reumático, artrítico- prefiere mirar hacia otro lado, porque combatir el huachicol fiscal implicaría enfrentarse a aliados del crimen, a intereses enquistados, a estructuras oficiales que no se desmantelan con discursos matutinos, y prefiere fingir demencia

Sin embargo, si multiplicamos el importe anual del huachicol, por el sexenio anterior, totalizaría 120 mil millones de dólares, cantidad suficiente para haber cubierto la deuda total de Pemex, incluidos los gastos de la costosísima refinería de Dos Bocas.

En ese contexto, estos son apenas dos capítulos de una historia donde el Estado se convirtió en benefactor y deudor, en redentor y cómplice; una historia donde el humanismo se midió en transferencias y el combate al crimen en omisiones.

Y sin embargo, al mirar hacia atrás, uno no puede evitar preguntarse: ¿valió la pena? ¿Era necesario endeudarnos a ese nivel para lograr lo que se logró? ¿No había otras formas de combatir la pobreza sin hipotecar el futuro? ¿No había mecanismos para frenar el huachicol fiscal sin cerrar los ojos?

Entre la deuda y el huachicol, se construyó una narrativa que desafía toda lógica económica, pero que encaja perfectamente en el realismo mágico del cuatroteísmo.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Sin aún concluir las secuelas de los desastres climatológicos, hemos visto entre la clase política mexicana su franca inclinación s los eventos de impudor y liviandad, con la frivolidad como su compañera y consejera.

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