PULSO/ Desgarramientos y desgarriates

EDUARDO MERAZ. Es difícil determinar si es atribuible a la pandemia, pero en estos días la clase política se ha puesto demasiado sensible, como si fueran “políticos de cristal”, a los cuales las críticas les causan estragos de tal magnitud y se desgarran las vestiduras en defensa de un honor de ya de por sí maltrecho.

Todos, sin excepción de colores, rangos o cargos han convertido la política en politiquería, donde lo más importantes es cómo mantenerse en el jugoso presupuesto y los negocios adyacentes.

Hace unos ayeres, cuando el gobierno en turno abría o daba espacios a integrantes de partidos distintos al del poder, se llenaban la boca para exaltar la apertura y pluralidad del jefe del ejecutivo; no pocas ocasiones hasta se llego a hablar de cogobierno.

En cambio, hoy que han dejado de ejercer el poder satanizan esta práctica y se muestran dispuestos a quemar en leña verde a quienes se atreven a aceptar cargos. Se desgarran por esto que califican como traición, aunque se guardan de expresar las causas de haber llegado a esta situación.

En muchos casos, las dirigencias de los partidos opositores, se encuentran atados por ese pasado obscuro, pero están dispuestos a negociar; otros dirían vender su alma al diablo, con tal de evitar enjuiciamientos u obtener prebendas y posiciones para asegurar el futuro económico de sus descendientes.

Bien puede decirse que el ADN priista se inoculó en todos los demás partidos, convirtiéndose en una nueva cepa y que, al mezclarse entre ellas -teniendo el chapulineo como su expresión más acabada-, han convertido en un verdadero caos al sistema político, donde la ideología y las convicciones estorban.

Es casi infinita la lista de gobernantes, en los tres niveles, que tienen como su alma mater al Revolucionario Institucional que, al paso que va, parecería cederá el honor de ser partido de Estado al morenismo-medusa.

Si el PRI en sus mejores momentos aglutinó a los mejores cuadros; en los tiempos actuales, Morena sigue una estrategia diferente, mediante la infiltración en otros partidos, ya sea entregándoles candidatos de sus filas, o bien abriendo la posibilidad de candidaturas que se presentarían como “independientes”.

El propósito final de este método guinda, más que fortalecer al Movimiento de Regeneración Nacional, cuyas debilidades afloran día a día, es menguar a la coalición opositora que, en las elecciones de mitad de camino, arrebató millones de votos al partido del presidente sin nombre y sin estatua.

Este año, evidencia como, sin principios partidarios, la selección de candidatos a las gubernaturas ha propiciado desgarramientos y desgarriates en todas las fuerzas políticas, donde los intercambios de candidatos se han vuelto una auténtica mescolanza.

Este escenario se puede volver más complicado en función del resultado de la consulta sobre revocación de mandato; ejercicio que difícilmente terminará con la destitución del mandatario innombrable, pero mostrará la fuerza efectiva que tiene y tendrá Morena, de aquí a 2024, siempre y cuando la economía no se deteriore demasiado.

La fragilidad de cristal de la clase política ha provocado que los desechos de un lado resultan ser los mejores aspirantes de otro que los postula.

No debería extrañar que por esta misma causa -la sensibilidad a flor de piel-, las denuncias de fraude se multipliquen y los conflictos poselectorales adquieran dimensiones extraordinarias, sin dejar de lado la capacidad de veto mostrada por la delincuencia organizada en 2021.

Desgarramientos y desgarriate político seguirán ocupando espacios mediáticos, pues así conviene a un gobierno con nimios o nulos resultados.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

La reciente negativa a concederle el amparo a Ricardo Salinas Pliego en su litigio con Hacienda, a quien debería haber pagado más de 2.3 miles de millones de pesos, no sólo es un revés para sus finanzas, sino que casi lo descalifica para participar en la compra de Banamex.

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