PULSO/ Desconfianzas y criollismo

EDUARDO MERAZ. Si para el presidente sin nombre, sin gracia y sin lucidez el periodismo independiente le genera desconfianza, siguiendo el mismo razonamiento es válido que buena parte de la sociedad desconfíe de un gobierno autonombrado independiente que, al firmar el T-MEC, dijo que el acuerdo respetaba la soberanía de cada país.

Con sus dichos de los días recientes, estaría aceptando haber hecho compromisos inherentes a cualquier convenio mercantil entre países en donde las partes asumen obligaciones, conceden derechos y, a cambio, obtienen beneficios.

Revisado, corregido y aprobado por los poderes ejecutivo y legislativo de México, en 2019, el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá fijó reglas, condiciones, requisitos a los cuales deberían sujetarse y acatar cada uno de los socios, así como los mecanismos y sanciones para cuando alguno de ellos incumpliera con lo pactado.

Hoy, cuando las contrapartes hacen señalamiento a México de apartarse de lo convenido, el mandatario sin lucidez, desde su teatro en atril mañanero y, por supuesto, en territorio nacional, lanza gritos y sombrerazos para ocultar sus agandalles.

Y sacando a relucir el racista que lleva dentro, acusa a empresarios, intelectuales e internacionalistas mexicanos de ser “criollos conservadores”, cual si fuera una raza inferior al morenismo, basándose en su supuesta superioridad moral, de la cual  no pierden oportunidad de demostrar que no hay tal.

Cree estar tratando con empresarios y políticos a los cuales puede espantar con el petate del muerto de la soberanía, tras haberse saltado las trancas de la legalidad, como es su costumbre hacerlo en el plano doméstico. Para su desfortuna, Estados Unidos y Canadá “sí creen en el cuento de que la ley es la ley” y buscan aplicarla a rajatabla.

Por el tono de protesta utilizado por el presidente sin nombre, implica que alguien en su equipo lo engañó sobre el verdadero alcance de los compromisos adquiridos, en este caso sobre la política energética, o a sus negociadores  encabezados por Jesús Seade los chamaquearon de fea forma.

Todo este sainete produce desconfianza interna e internacionalmente. En el primer plano, porque constata la incapacidad e ineptitud de un gobierno que, siendo nacionalista a ultranza, desconoce las ventajas superiores de contar con un tratado comercial que, bien aprovechado, contribuya al desarrollo y progreso del país y de sus habitantes.

En el terreno internacional, convierte a su administración en poco confiable, no sólo por la capacidad de los funcionarios mexicanos responsables de llevar a buen puerto el T-MEC, sino al poder judicial que aprobó de mala manera la Ley de la Industria Eléctrica, dejando de lado lo dispuesto en el tratado -que adquiere carácter constitucional.

Como se acercan las fiestas patrias, el presidente sin gracia utiliza de pretexto el diferendo comercial con sus principales socios para instar a sus huestes no a matar gachupines, sino a liquidar criollos y, de esa manera, evitar aumente la desconfianza sobre las capacidades de su persona y de quienes forman parte de su gobierno.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Se optó por declarar al Tren Maya como obra de seguridad nacional, porque está interviniendo un gobierno extranjero, el de Estados Unidos, financiando a pseudoambientalistas, se está perdiendo dinero del presupuesto, es una obra prioritaria, se están aplicando tácticas dilatorias y porque no hay justicia expedita. The bad partner

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