EDUARDO MERAZ. Si tomamos de manera literal las palabras del presidente sin nombre, sin gracia y sin lucidez, al referirse al fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, resulta que en esa institución tendríamos a un delincuente “pichicatero”, de poca monta.
De esta forma, el mandatario echó a la basura, de un solo golpe, la honorabilidad e integridad del titular de la FGR al que, sin embargo, le sigue manteniendo la confianza, al señalar que Gertz Manero no ha cometido delitos graves; es decir, sí ha cometido delitos, muchos de los cuales han salido a la luz pública.
Pero si tenemos en cuenta los bienes acumulados no sólo por el fiscal general, sino por varios de los integrantes de su gabinete, que han dado forma a la “Inmobiliaria 4T”, los delitos cometidos o son muy frecuentes o de montos no tan insignificantes y se acercarían peligrosamente al nivel de algunos machuchones.
Y el ejecutivo sin gracia fue más allá, prácticamente definió lo que sería un delito grave: la anarquía, el desorden o más, motivos estos por los cuales podría solicitar la remoción de Alejandro Gertz, con lo cual prácticamente le dio carta blanca para desentenderse de las normas, hasta en tanto no sean consideradas de gravedad.
Que el titular de la FGR pueda conducirse en el amplio espectro de la ilegalidad, cuando es el responsable de castigar los ilícitos, confirma que los mexicanos estamos indefensos ante un sistema de justicia propenso a apartarse del marco jurídico.
Delitos que, a juicio del mandatario sin nombre, serían peccata minuta y no ameritan remoción; bueno, ni siquiera un atento y respetuoso llamado de atención a conductas que, en el caso de los ciudadanos comunes y corrientes ameritan penalidades severas.
Entonces, como no hay desorden ni anarquía en las calles, ni marchas y manifestaciones multitudinarias en su contra, Gertz Manero podrá dormir tranquilo, ya que para él la vara de los delitos graves se la puso muy alta el inquilino temporal del franciscano Palacio Nacional.
Y si esa es la medida para considerar delitos graves, el cuatroteísmo podrá hacer suyo el apotegma presidencial: “a mí no me vengan con el cuento de que la ley es la ley” y despacharse con la cuchara grande -como ya se ha visto en varios casos- en eso de cometer fechorías.
Al grito de todos por encima de la ley, siempre y cuando a los ojos del presidente sin lucidez las trapacerías no sean graves, hemos visto como en la presente administración prolifera el amiguismo, el nepotismo o la corrupción; prácticas permisibles, hasta en tanto no provoquen anarquía ni desorden o marchas multitudinarias.
Estaríamos en la antesala de contar con un ejército de émulos de Hilario “Layín” Ramírez -versión 4T-, comandado por el fiscal Gertz Manero, para presumir como lo hacía el ex presidente municipal de San Blas, en Nayarit, que muy orondo decía que durante el tiempo que ejerció su cargo, “robaba poquito”.
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
El presidente de la Coparmex José Medina Mora afirmó que se requiere que haya un verdadero Estado de derecho, donde se respeten las leyes, que vaya desde el Presidente de la República hasta el último ciudadano, a la vez que urgió a las empresas a emitir facturas, aunque se paguen impuestos, a no usar tráfico de influencias para obtener contratos y no hacer pagos extraoficiales, con el fin de acabar con la corrupción.
@Edumermo