EDUARDO MERAZ. Este 1 de septiembre, cuando rinda su cuarto informe oficial, el presidente sin nombre, sin gracia y sin lucidez, iniciará el último tercio de su mandato sin haber logrado ser el gobierno que esperaban los mexicanos; con más saldos negativos que positivos, vivirá el pronunciado declive de su mandato.
Sabedor de las dificultades económicas y financieras, derivadas de su mala gestión para evitar retrocesos importantes por los factores externos, es evidente la insuficiencia de recursos para poder cubrir las demandas más sentidas de la población en la etapa final de su administración.
A años luz de un crecimiento anual promedio de cuatro por ciento del Producto Interno Bruto, el mandatario sin nombre se verá en la penosa circunstancia de reconocer el nulo o magro avance económico en su sexenio y de tragarse sus palabras, cuando afirmaba que un crecimiento del PIB de 2 por ciento anual era mediocre.
De acuerdo con la Cepal, en el primer trienio del cuatroteísmo, el comportamiento de la economía mexicana arrojó un déficit de 47 mil millones de dólares; es decir, ingresos no obtenidos al menos para igualar los niveles de producción existentes al 1 de diciembre de 2018.
A este saldo rojo, deben incorporarse los alrededor de 20 mil millones de dólares de sobrecosto estimado cuando estén perfectamente terminadas sus tres obras cumbre: el aeropuerto de Santa Lucía, la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya.
En otras palabras, la inoperancia del gobierno encabezado por el presidente sin lucidez, entre no ingresos (47 mmdd) y pagos de más (20 mmdd), los mexicanos hemos perdido más de 1.3 billones de pesos, en cuatro años. A este ritmo, al concluir el sexenio actual, las pérdidas podrían rondar los 2 billones de pesos.
Cifra que, efectivamente, como nunca antes, se había alcanzado; logro poco honroso, aunque para el mandatario sin gracia pueda ser uno más de sus timbres de orgullo, pues superará con amplitud el monto del Fobaproa.
Si tenemos en consideración la balanza comercial con el exterior de los últimos meses, caracterizada por continuos déficits, de mantenerse la tendencia, tarde o temprano tendrá impacto en la paridad del peso frente al dólar, lo cual nos retrotrae a las crisis vividas por el país en las últimas décadas del siglo pasado.
Por más inverosímil que parezca, una de las posibilidades de frenar esta cuesta abajo, radica en los compromisos asumidos por México en el tratado comercial suscrito con Canadá y Estados Unidos. Las exigencias de estos socios constituyen un valladar a las ocurrencias presidenciales, salvo si desea enfrentar medidas retaliatorias.
Las exigencias de Estados Unidos y Canadá en materia energética, de medio ambiente, laboral y en algunas ramas productivas son un freno a los ímpetus tropicales del inquilino temporal del Palacio Nacional, por encima de su perorata nacionalista y patriotera, como seguramente ocurrirá en los actos de celebración de las fiestas patrias.
La cuenta regresiva avanza y se acelera conforme el presidente sin nombre intenta por todos los medios a su alcanza de encontrarle tres pies al marco normativo y ver si de una vez por todas puede ejercer su dominio y control sobre los poderes Legislativo y Judicial.
¿Le alcanzarán al ejecutivo sin gracia las “aportaciones” de los programas sociales para no pasar a la historia como un presidente incumplido y proclive a las mentiras y el engaño?
He dicho.
EFECTO DOMINÓ
Se comprometió a rescatar los cuerpos de los mineros atrapados en la mina Pinabete, en Sabinas, Coahuila y en menos de un mes ya se dio por vencido y sin haber dado a conocer la “verdad histórica” del auténtico dueño de la mina y de cómo las autoridades permitían la operación irregular en muchos aspectos de la misma.
Estaríamos frente a otro “crimen de Estado”.
@Edumermo