PULSO/ Como traicionero que soy

EDUARDO MERAZ. De forma traicionera, el cuatroteísmo, quiere aplicar a todos aquellos que difieren de su cosmogonía, el epíteto de “traidores a la patria”, a manera de sortilegio, como si con ello pudiese desvanecer o reducir los fracasos que le vienen acompañando en tres años de ejercer el poder.

Cual si fuera uno más de sus místicos y esotéricos “detentes”, el presidente sin nombre y sin estatua quiere popularizar dicha expresión, con la clara intención de descalificar a la oposición, en un intento vano por poner a salvo su imagen descascarada por la aparición de actos de corrupción en su familia y colaboradores.

Hoy, sus más fervientes seguidores descubrieron las mágicas cualidades de pronunciar tales palabras. Por quítame estas pajas, las sacan a relucir y las blanden como espadas, ante la falta de argumentos y, de esa forma, espantar los fantasmas de una eventual derrota no sólo política, sino también electoral.

La visión maniquea de que quien está en desacuerdo en la forma como gobierna el innombrable mandatario y sus huestes es enemigo, nos aleja cada vez más de la concordia y dinamita cualquier posibilidad de establecer acuerdos.

Más que nunca, la apuesta al todo o nada, será la tónica prevaleciente en el resto del sexenio. Las reformas eléctrica, electoral y de la guardia nacional estarán a fuego cruzado.

Este acuñamiento o apropiación que ha hecho Morena acerca de los “traidores a la patria”, cuando las cosas no salen como quiere, lo empiezan a utilizar “traicioneramente”, como si con ello las fallas fueran a desaparecer o la realidad la pudieran modificar a voluntad.

A manera de ejemplo, en días recientes, aplican esta terminología a los organismos autónomos, a los que no han podido doblegar y porque son una cuña en el zapato, pues les resultan desagradables los señalamientos de las fallas e insuficiencias del oficialismo.

Si bien la proliferación de estos términos se encuentra focalizado en el núcleo duro de Morena, desde Palacio Nacional hasta el Congreso de la Unión, es dable esperar que la estructura propagandística guinda, al más puro estilo goebbeliano, lo empiece a utilizar de manera recurrente, a manera de muletilla.

Los “traidores a la patria” son la versión 2022 del “detente” de dos años atrás; fórmula mística y mágica por la cual se pretende contener las opiniones distintas a la oficial y que, muchas veces, están sustentadas en datos duros, ya sean oficiales o de otras fuentes.

Si se analiza sin apasionamiento, sería un despropósito considerar “traidores a la patria” a alrededor de 60 millones de personas que externaron su desacuerdo con la cuarta transformación, en las elecciones de 2018; número que se incrementó a 75 millones de ciudadanos en 2021.

En otros términos, desde la óptica cuatroteísta, estaríamos frente a una situación en la cual cada vez es mayor el número de “traidores a la patria”. Esto significa que algo está haciendo mal este movimiento para obtener la aceptación de la gente.

Y si a ello aunamos que los conservadores, opositores o adversarios ya se les otorgó el carácter de enemigos, las posibilidades de que las palabras cedan su lugar a los hechos se acrecientan y pueden dar origen a variadas formas de represión, algunas de ellas traicioneras -como es costumbre en el cuatroteísmo.

He dicho.

EFECTO DOMINÓ

Dado que el INAI «no cuenta con facultades constitucionales ni legales para realizar investigaciones como la solicitada por el primer mandatario”, dicho Instituto “no puede revelar información solicitada sobre el periodista Carlos Loret de Mola”, de parte del presidente innombrable.

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@Edumermo

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