JAVIER ESQUIVEL DÍAZ. El domingo 2 de junio de 2024 está cada vez más cerca para las personas aspirantes a una candidatura de elección popular. Saben que el tiempo juega un papel estratégico para concretar sus pretensiones y son conscientes que hoy es un bien escaso para revertir la falta de ganancias en las simpatías de los públicos electorales.
Las y los aspirantes para convertirse en el presidente 66 del país, ser titulares de las gubernaturas, de las 500 curules, de los 128 escaños, de las 1,580 presidencias municipales, de las 16 alcaldías y de los casi mil asientos legislativos de los 27 congresos locales tienen menos de 500 días para ser más populares que sus contrincantes y para ser las y los mejores evaluados.
El estar inscrito en la boleta electoral, nominada en una lista de plurinominales, o en una relación partidista de elegibles para la reelección municipal y legislativa también pasa por la estricta aduana del nivel de conocimiento y el posicionamiento que puedan lograr de aquí a la fecha límite.
Tarea nada fácil cuando el ánimo y humor social es adverso a los partidos políticos. La simpatía y la cercanía hacia la profesión de la política parece ser un bien también escaso en sus aspiraciones.
Por ello, la administración del tiempo será factor estratégico para minimizar sus debilidades, prevenir amenazas y alejar por completo la posibilidad de ser sorprendidos por el rival a través de un ataque reputacional que sepulte sus anhelos.
De acuerdo con las cifras de las casas encuestadoras con más credibilidad del país ninguna de las personas que han manifestado su interés por competir electoralmente gozan de los apegos y los atributos idóneos para los públicos sin identidad partidista por lo que el tiempo juega en su contra.
La polarización, la falta de originalidad, el desconocimiento de sus trayectorias, logros y acciones hacen que el saldo de opinión sobre sus personas sea inferior y negativo en comparación de sexenios anteriores.
Si bien es cierto la popularidad y opinión favorable de los candidatos ganadores de los últimos dos sexenios era notable, ninguna de las personas que hoy aspiran a la presidencia parecen si quiera acercarse a parámetros competitivos que despierten el ánimo si quiera de sus propios partidarios. En los ámbitos estatales y locales el diagnóstico es similar a excepción de las mujeres que han mantenido estratégicamente la polarización fuera de sus narrativas personales.
Las y los aspirantes conocedores de que los indicadores de posicionamiento previo al periodo preelectoral no son los ideales han intensificado su visibilidad mediática, en redes y en territorio con más entusiasmo e improvisación que con un plan definido. Consideran que el protagonismo integral es la solución.
Dicho ímpetu les ha generado a las y los presidenciables amonestaciones y llamadas de atención por las autoridades electorales, pero sobre todo se han ganado el desagrado de grupos sociales que saben que ese protagonismo tiene una intención egoísta y personal evidente.
Las fotografías con adultos mayores y menores de edad, el aumento de presencia en eventos masivos, la viralización comprada de videos que buscan cercanía y sencillez es indiscutible, pero no por ello bien recibida por los posibles electores.
El aumento de presencia mediática con entrevistas a modo, con inserciones disfrazadas, con comentarios favorables en columnas de las plumas aliadas y artículos propios de opinión en todos los periódicos es el común denominador y una verdad inocultable que ya se detecta hoy.
El protagonismo tenderá a ser excesivo en función de la cercanía de los tiempos y no será exclusivo de algún partido político en específico. Hoy no es difícil adivinar que mañana los o las aspirantes darán su opinión sobre el tema de moda.
Sabemos que no dejarán pasar la oportunidad de figurar. Ordenarán a sus equipos de comunicación obtengan espacios noticiosos donde se vean reflejadas sus declaraciones sobre la captura de algún capo de la droga, de la selección nacional de futbol, de las efemérides, de la falta de agua, de la diplomacia mexicana, de las leyes locales, etc.
Las y los aspirantes opinarán de todo, aunque no sea de su especialidad o del área de su responsabilidad.
El protagonismo excesivo en búsqueda de la nominación solo traerá a ellas y ellos un desgaste de imagen por la confrontación interna y externa con los partidos y también una merma de opinión en los posibles electores que son sometidos con el impacto de su cara y sus palabras carentes de soluciones inmediatas.
Para medir la efectividad de estas intensas ráfagas mediáticas de protagonismo solo será necesario comparar las encuestas que miden sus saldos de opinión y de intención de voto.
El tiempo es factor y un recurso estratégico para el óptimo posicionamiento. El reloj sigue corriendo y el resultado no es alentador cuando hoy no levantan pasiones ni emociones.
@Javoesquivel.