Por qué fracasan los países

DULCE MARÍA SAURI RIANCHO

SemMéxico, Mérida, Yucatán.  De un lugar no esperado surge una alerta que va directo al núcleo del nuevo régimen político que se ha instaurado en México. La Real Academia de las Ciencias de Suecia otorgó el Premio Nobel de Economía a tres investigadores: Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson. Ellos se han distinguido por plantear nuevas estrategias para entender la desigualdad social, paso indispensable para combatirla. Como destacó la Academia sueca: “el 20 % de los países más ricos del mundo son 30 veces más ricos que el 20 % más pobre. La brecha de ingresos entre los más ricos y los más pobres también es persistente; aunque los países pobres han ganado en riqueza, no están alcanzando a los más prósperos”. Si pensamos en México, es sencillo señalar las grandes desigualdades entre regiones del país en materia de ingresos, esperanza de vida, oportunidades para lograr bienestar para las personas y sus familias. Programas gubernamentales van y vienen; estrategias de entrega de subsidios y apoyos a las y los más vulnerables; y desde 2019, un incremento sostenido de las transferencias monetarias a través de las pensiones para adultos mayores, becas para niños y jóvenes, y en este nuevo gobierno, para las mujeres entre 60 y 64 años. De acuerdo con los galardonados con el Nobel de Economía 2024 esa estrategia, distribuir recursos presupuestales, no es suficiente, porque las diferencias entre países (en México entre regiones y estados de la república) se explican a partir de sus instituciones.

Orígenes de la prosperidad y la pobreza

Para Acemoglu y Robinson, los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza de las naciones se localizan en las diferencias entre sus instituciones, las reglas que influyen en la forma como funciona la economía y a los incentivos que motivan a las personas. Como señalé en mi tesis doctoral, los autores de “Por qué fracasan los países” (1) dividen a las instituciones políticas y económicas en Inclusivas y Extractivas. Las primeras responden a reglas colectivas preestablecidas; generan participación social en la toma de decisiones colectivas y sus élites tienen efectivos contrapesos. En cambio, las segundas se caracterizan por la exclusión de la mayoría y la imposición arbitraria de conductas y procedimientos. La respuesta de los autores a la pregunta sobre si existen condiciones que favorezcan la emergencia de uno u otro tipo de instituciones, nos remite al concepto de “coyuntura crítica”, que cuando se presenta, “el resultado no está predeterminado históricamente, sino que es contingente”. El principio de incertidumbre subyace en la explicación sobre los distintos caminos que pueden tomar países o regiones en condiciones semejantes en un momento dado, porque en una coyuntura crítica, su desarrollo institucional dependerá de “cuál de las fuerzas de oposición logra tener éxito, de qué grupos son capaces de formar coaliciones efectivas y de qué líderes pueden estructurar los acontecimientos en provecho propio” (2). En su obra, los Premio Nobel comparan a los dos Nogales: Sonora, México, y Arizona, Estados Unidos, donde el lado estadounidense es más próspero. La diferencia proviene, según los autores, de que el sistema económico de EE.UU. ofrece mayores oportunidades para elegir educación y profesión, así como formar parte de un sistema que otorga amplios derechos políticos y ciudadanos. En cambio, en México, los residentes viven bajo otras condiciones económicas, y el sistema político “limita su potencial para influir en la legislación”. El libro fue publicado en 2013 en su edición en español, lo que significa que la investigación que le dio origen se desarrolló en la primera década de este siglo, cuando avanzábamos en la construcción de instituciones que garantizaran la transparencia en la información pública gubernamental, la competencia económica y una regulación efectiva en telecomunicaciones, entre otros.

Deterioro de la calidad de vida

Entrevistado por BBC, Daron Acemoglu destacó que “Los países que se democratizan, a partir de un régimen no democrático, al final crecen unos ocho, nueve años más rápido que los regímenes no democráticos. Ese es un crecimiento sustancial”. No nos vayamos muy lejos: en América Latina, ni Cuba, ni Venezuela, ni Nicaragua han registrado crecimiento económico alguno, más bien deterioro de la calidad de vida de sus habitantes, muchos de los cuales han preferido correr el riesgo de emigrar. Me pregunto: ¿y los países, como México, que retrocede y que, en vez de mejorar y fortalecer a sus instituciones, emplean la estrategia de su demolición? ¿Creen ustedes que con un Poder Judicial a modo van a llegar las mejores empresas nacionales y extranjeras, a invertir? Preparémonos para una oleada de especuladores, dispuestos a asumir el riesgo de poner su dinero en México. Si lo hacen, será a cambio de gigantescas utilidades, como ya viene sucediendo. ¿Qué dirían Acemoglu y Robinson si estudiaran las instituciones de México a finales de 2024? Sin duda comenzarían por destacar que el país se encuentra en lo que ellos llaman coyuntura crítica. Más signos ominosos no puede haber. La destrucción del Poder Judicial avanza incontenible. Tengo que ponerle apellido al que se va: “democrático”, porque con las reformas constitucionales habrá de integrarse un nuevo conglomerado de jueces, magistrados y ministros que, bajo las reglas establecidas por una mayoría, estará muy lejos de ser independiente y autónomo. La venda que hace a la Justicia ciega ha sido rasgada y no parece que tenga zurcido en lo inmediato. El daño al futuro de más de 130 millones de mexicanos puede ser irreparable. No es un asunto político, menos partidista. Es un tema de sobrevivencia de las instituciones para que la democracia pueda funcionar, para que no sea sustituida por el autoritarismo, que podría llevarnos hasta una dictadura con todo lo que ello implica. Construir instituciones inclusivas exige esfuerzo, dedicación y políticas de Estado que vayan mucho más allá de la duración de los gobiernos. Por el contrario, establecer instituciones Extractivas, esas que garantizan ganancias políticas y económicas a corto plazo, les reditúa a quienes están en el poder, pero no al conjunto de la sociedad. ¿Creen ustedes, amigos lectores, que habrá capacidad o deseo de alguna institución de “meter al orden” a los poderosos grupos económicos cuando proporcionen mal servicio u ofrezcan productos caros o defectuosos? ¿Se esperan elecciones limpias con un INE desmantelado? ¿O justicia con jueces temerosos de contradecir a quienes les deben el cargo? Los Nobel de Economía 2024 emitieron una llamada de alerta. Ya sabremos si la atendemos o, como en otras ocasiones, dejamos pasar la oportunidad y esgrimimos razones y pretextos para explicar el fracaso.

Mérida, Yucatán 1.- Acemoglu, Daron y James A. Robinson, 2013. Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza. Crítica. Ediciones Culturales Paidós, S.A., México, pp. 95, 137 2.- Ibíd, p. 137. Correo[email protected]

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