Polarización, un ejercicio tóxico e inútil

JAVIER ESQUIVEL DÍAZ. La creciente polarización política es un ejercicio inútil si no va acompañado de propuestas, causas y banderas que realmente beneficien a la mayoría de la sociedad. El dividir solo por hacerlo y sin un ideal o una meta que defender solo desgasta y genera apatía.

La polarización política que vive México se ha ido a los extremos, ya raya en la falta de respeto, aumenta la injuria y exalta la alta descalificación de un bloque contra otro.

Esta confrontación radicalizada cierra la posibilidad de cualquier diálogo y de generar un acuerdo mínimo de convivencia, lo cual no beneficia a ninguno de los polos en conflicto.

Mucho se puede debatir sobre los errores y aciertos de los partidos políticos, de los gobiernos federal, estatales y municipales en círculos académicos, en los gremios de profesionistas y en la esfera política, pero si estos intercambios de ideas no conectan y no son coherentes con las necesidades más urgentes de una sociedad lastimada por la inflación, inseguridad y protección a la salud carecen de utilidad social.

Discutir sobre los asuntos públicos y de gobierno siempre son un ejercicio sano que enriquece la cultura democrática, pero cuando los temas de la agenda política son percibidos como lejanos a la realidad que vive día con día la gente y que no se siente identificada con ninguno de los grupos en disputa se torna anecdótica e irrelevante.

Las mediciones más recientes indican que cerca del 48 por ciento de los ciudadanos carece de identificación partidista. Esto no significa que sea un sector ajeno o indiferente a los temas político electorales, sino que están más ocupados y preocupados por generar sus propios ingresos y buscar mejorar su calidad de vida.

Este grupo poblacional lejano a la polarización difícilmente desatenderá sus actividades económicas diarias o sus deberes familiares por aguzar los oídos a una conferencia de prensa matutina o participar en manifestaciones digitales nocturnas por redes sociales.

A ellas y ellos podría irritarles la corrupción del sexenio pasado o las deficiencias señaladas por la oposición del modelo de gestión gubernamental actual, pero si estos temas no afectan directamente a su capacidad de sobrevivencia, difícilmente se movilizarán.

Los grupos antagónicos hoy los minimizan por no tomar parte en el conflicto, pero este grupo poblacional que pareciera silencioso en redes y en medios de comunicación es altamente efectivo y estridente en una sola ocasión: la hora de votar.

Hoy la polarización de grupos y su rivalidad en medios de comunicación, en redes sociales y en los escenarios de debate de la política nacional solo trasladan, aumentan y amplifican el hartazgo hacia una clase política que hoy parece no tiene la capacidad de generar consensos mínimos para ofrecer soluciones a los que más las necesitan.

Hoy esos grupos solo son capaces de comunicar a la sociedad algo que parece les genera visibilidad: Confrontarse y culparse entre sí.

Hoy la polarización de las y los políticos ha extinguido toda posibilidad de general una comunicación política que construya consensos en la que se permita persuadir a la sociedad que las decisiones que se toman son las correctas.

A causa de la polarización todo esfuerzo de comunicación de gobierno, de instituciones y de partidos políticos, está manchado de tintes indelebles de desconfianza más allá de ser un ejercicio de transparencia y rendición de cuentas útil a la sociedad.

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