JAVIER ESQUIVEL. La clase política mexicana de la actualidad no es ajena a publicar sus propios libros autobiográficos, memorias, balances de gestión o textos mediante los cuales puedan plasmar de forma detallada y analítica su propia visión del momento histórico en el que les toca vivir.
Sin embargo, ya no es extraño ni sorpresivo para el público que estos materiales aparezcan en la antesala de la renovación de autoridades y tengan cabida en la escena política en momentos electorales.
Diversos especialistas editoriales, analistas, periodistas consideran que la publicación de libros, escritos por actores de la clase política, es una táctica más de mercadotecnia política para amplificar la promoción personal, para alentar electores y persuadir al voto y, para el caso de aquellos que dejan un cargo, como un mecanismo para dejar una justificación de sus acciones en forma de memoria escrita.
Incluso algunos personajes, que han recurrido a estas prácticas, anticipan que con cada ciclo electoral surge uno editorial en el que se presentan plataformas y programas con forma y cara de libro.
No obstante, considero que la publicación de materiales de este tipo representa para las y los actores políticos una oportunidad legal para dar a conocer su historia, su propio relato de vida, su visión de las cosas y aportar una reflexión más amplia sin los sesgos que implica hacerlo con otros medios.
Ni los canales tradicionales de comunicación, ni el internet o las redes sociales garantizan ser el espacio en los que los aspirantes o actores de la política puedan profundizar con sustento y rigor editorial una forma de pensamiento.
En este sentido, cabe mencionar que todavía son más valorados aquellos materiales bibliográficos que surgen de manera genuina con convicción personal, que aportan al entendimiento y al debate político de las ideas y del conocimiento traducido en experiencia, sin embargo, en México estamos lejos todavía de ello.
A pesar de las ventajas de publicar recursos bibliográficos también implica el riesgo de que las versiones autorelatadas o redactadas por escritores fantasma no coincidan con los hechos, con la evidencia mediática, con las versiones testimoniales de gente cerca al protagonista de la historia y con la percepción colectiva.
Si el material, como dicen los críticos a esta táctica, es de campaña se corre el riesgo de que una mala selección del título de la obra, una equivocada fotografía o una cita o referencia que no sea a prueba de balas, se convierta en un arma en contra con efecto bumerán.
Si bien es cierto que las coincidencias en tiempo y forma no existen en la publicación de libros valdría la pena leer y juzgar con ecuanimidad intelectual cada material que nos presentan las y los políticos para propiciar un voto informado.
Es época de campañas electorales, del debate social, del intercambio de posturas, pero también de escuchar. Leer este tipo de materiales nos dará insumos suficientes para coincidir o diferir siempre con el respeto a las personas y sus ideas.
@javoesquivel