PICOTAZO POLÍTICO/ Sandra

MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ FARÍAS

Ella no es mala, su personalidad no es de una  persona capaz de asesinar, es de otro tipo de impulsos, tiene que ver más con la impaciencia o la nula tolerancia a la frustración, rayando en los límites de la paranoia. Me atrevo a asegurar que vive con mucho miedo, miedo al fracaso, miedo al ridículo, obsesionada por no ser objeto de críticas, ella cree tener la razón, rodeada de pequeños aduladores, clones déspotas. Pero no es mala persona, solo está aterrada.

Si fuese directora de una escuela, ya se habría peleado hasta con el conserje y el de la basura ,los alumnos y profesores estarían obligados a brindarle un minuto de aplausos todos los lunes después de la ceremonia de bandera como culto a su personalidad.

A Sandra, por esas extrañas cosas de la vida, le tocó llegar de rebote a ser, primero, candidata por la alianza PRI -PAN y PRD a la alcaldía Cuauhtémoc, y segundo, ganarla.

Y ahí comenzó la pesadilla, Sandra inauguró uno de las carnavales más coloridos, lleno de distracciones, de ocurrencias, de iniciativas sin sentido, un tablero cargado de pleitos, sea con un jefe policiaco o con la doctora Sheinbaum… por algún tiempo le funcionó, su presencia se volvió disruptiva, novedosa y explosiva, pero sin ruta, solo la bronca por la bronca, un guion de comedia.

Sandra se perdió en las profundidades del espejo, escuchándose solo a ella, absorta en las voces que infectan a los enfermos de poder, así sea un presidente de la República o una alcaldesa.

La alcaldía Cuauhtémoc es un pequeño país dentro de la gran capital, su fuerza económica mueve grandes resortes laborales, millones de familias viven de lo que ahí se produce o de los empleos que genera, y para cualquier mente entrenada, esto tendría que ser uno de los bastiones a proteger por parte de sus autoridades locales. Pero a Sandra  no le pareció, tal vez porque creyó que apretando el puño se ganaría el respeto y decidió tomar el soplete, el serrucho, los mazos e ir y arrancar todo aquel «traste» que invada los pasos peatonales en zonas en dónde se venía permitiendo la colocación de mesas en las banquetas, frente a restaurantes… un puritano de la ley diría que se está  violando el reglamento, pero se nos olvida que la gran mayoría de locales comerciales y restauranteros viene de terapia intensiva tras la pandemia y que se permitió que se ocupara la vía pública para, precisamente, evitar que los comensales estuvieran en un lugar cerrado.

Sandra, negada a escuchar opiniones distintas se fue por la fácil (el sello de su «gobierno») y la agarró en contra de esos pequeños y medianos empresarios y de paso, a todo aquel que venda algo en la calle (¿Por qué, Sandra, no hace lo mismo con las chelerías en Tepito o algo más serio, poner freno a los extorsionadores que traen brazalete de la unión?).

Pero le digo, Sandra no es mala, es una añeja frustración por haber sido, en su tramo como «luchadora social”, una crítica muy ácida de lo que hoy ella misma ejecuta, convertirse en una anomalía política debe ser terrible.

Sandra pudo haber sido un referente, un perfil oxigenante en este ambiente tan cargado de miseria y falsos ídolos, pero no fue así, optó por la arrogancia, ese veneno que ha llevado a muchos y muchas a las bodegas del olvido.

Toca a los habitantes de la Cuauhtémoc ayudar a reparar el daño y no repetir la dosis de un laboratorio de ocurrencias.

Y en la región hay quienes cumplen con el perfil de la sensatez y de la negociación, una de ellas, nacida líder, crecida líder… ella sí, naturalmente de la Cuauhtémoc, a quien ya le dicen la Salvadora de la Cuauhtémoc, así, con S de Silvia .

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