MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ FARÍAS
De siempre han existido, son una especie de fauna nociva, multiplicable, contagiosa, productos milagro que los convierte de parásitos a servidores públicos. Son la bolsa más inútil de la sociedad, sujetos que por alguna mala obra del destino terminan como legisladores, presidentes municipales, gobernadoras o, ¿por qué no?, presidentes de una República que sirven de alimento a esa «familia » tragona de recursos públicos.
Y si en el pasado ya se había dado esa pandemia, hoy, frente al siguiente proceso electoral habremos de ser testigos del carnaval de botargas con aspecto amable, convincentes, seductoras, populares por la fama, pero sin la maldita idea de lo que es servir a una nación. Los partidos políticos encontraron una forma de llegar a los electores por la via de la banalidad, enlistando a quienes les garanticen la conservación del registro, reclutamiento que arruina todo intento por hacer de la política el arte de buenos resultados, del bien servir a los ciudadanos y vaya que en el país hace falta quien lleve con buena mano el rumbo …los políticos profesionales son escasos, pero lo hay y en todos los institutos existen. Pero los más son, digamos, no solo mediocres, sino groseramente corruptos.
La cartelera de rostros inundan la geografía nacional, calles y avenidas sirven para que la horrorosa decoración de sonrisas asomen nombres y frases de esos perfectos desconocidos y peor aún, personajes que no dicen, no reflejan, no motivan a nadie …y para nuestra desgracia, muchas y muchos llegarán a ese pequeño Olimpo trianual o sexenal , premios de lotería a quienes no lo merecen .
Sandra Cuevas, Cuauhtémoc Blanco, Samuelito García, Gibran «no sé qué», jean Carlo «no sé qué», y tantos «no sé qué» llegaron o están por llegar a posiciones en dónde remaron dinero a raudales, sin haber llevado beneficios a quienes les quitaron la inocencia.
Esa casta maldita es la que a una gran parte del país la tienen en el barranco.
Esa es la verdadera mafia del poder, sanguijuelas que no hacen otra cosa más que alimentarse de este país.
¿De verdad tendremos cara de imbéciles?
¿Seremos adictos a la mala vida y peores servidores públicos?
Ya no tengo ninguna duda.
Y que nadie se sienta ofendido, pues basta ver qué en boletas estarán estos políticos de microondas para confirmar que la nación tiene el gobierno que merece. Desmiéntanme