
MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ FARÍAS
Yo digo que por ello la muerte nos tiene tanta simpatía, es muy fácil quedarse a trabajar en estos suelos , en donde le facilitamos la labor a la huesuda . Morir dejó de ser una obra de la ingeniería del inframundo y en México es tan recurrente que basta meter unas monedas a la rockola y arrancar con el baile de funerales .
Absurda la pipa que se vuelca , escupe sus vapores y con la velocidad de un horno de microondas cocina a decenas de inocentes . Ninguno debió haber perdido la existencia, pero es México y sus finales fatales , solo por que se puede . Se puede ir a la escuela o el trabajo y la maquinaria de los errores humanos se echa a andar , ya solo es cuestión de tiempo y circunstancia y lo que jamás nos pasó por la cabeza sucede y como pocas veces , las miles de historias se “suben a redes “sociales , unas de manera desinteresada y las demás para “hacer sentir a la comunidad de que ahí estuvimos y nos solidarizamos “,¿ por qué queremos que todos se enteren de que sabemos ser unidos y auxiliamos , aunque no nos necesiten “. Se ayuda y ya , ¿ por qué buscar engordar el ego cazando likes ?.
Pero nuestra tragedia no se queda en el puente de la concordia y en el dolor que en la intimidad cargan las victimas reales y sus familiares, nuestro calvario , como parte del guion nacional es saber que el pipazo se repetirá en algún momento , en otra calle o carretera , con actores distintos , pero guiados por la misma mano que todo repite : el ciclo de las estupideces .
Por qué si una lección debemos aprender , aunque no pasemos el curso escolar de la vida , es que solo somos indefensos e inocentes ante la fuerza de la naturaleza, o sea , un terremoto o un huracán y todos sus daños colaterales y centrales …pero en el capítulo de los “accidentes “ encontramos que el principal ingrediente es que NUNCA debieron haber ocurrido , pero se presentan debido a que los que deberían haber hecho su trabajo no lo hicieron; las autoridades que deben hacer cumplir los reglamentos y los dueños y operadores de estas armas de destrucción masiva llamadas tráileres o pipas o camiones de volteo o rabones o micros o autobuses que se desbarrancan o retan al tren ofrendando la vida de sus pasajeros .
Dejemos la zona lacrimosa y doliente , en serio , no tenemos una bendita idea de lo que es perder a una hija o hijo , esposa o esposa , padre o madre en un “accidente” producido por un tráiler y sus clones de alto tonelaje , si, duele , pero no tanto , pues en un par de días o semanas , la comunidad estará enfocada en otro teatro de acciones .
No es frialdad , es la brutal realidad , la que aplica en un pais que sabe encender veladoras pero no aplicar las leyes .
Esa es nuestra mayor tragedia , que en el fondo sabemos que nuestro camino es de baches y “accidentes “, que aunque se tapen o pretendan solucionar , pronto regresarán para recordarnos que no son los accidentes nuestro mayor infortunio, sino la histórica proclividad a repetir los mismos fallos , los patrones emocionales y políticos .
La pipa y todos los cuadros de horror con los que nos amanecemos no son un castigo divino , no es la maldad del universo , es la cuota que subconscientes entregamos para que el sol vuelva a salir mañana , así como se ejecutaba cada fuego nuevo en el cerro de la estrella de Iztapalapa, antes Tenochtitlán.
Todos somos víctimas de algo , hasta que nos toque encontrar de qué tipo de “accidente “ o descuido humano o nos resta cambiar el orden de las cosas y hacemos algo más para dejar de ser la granja de mayor cosecha de la muerte .
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