MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ FARÍAS
El destino de la humanidad es flanqueado por el uso de las tecnologías, nada de lo que sea digital será ajeno a el desarrollo de los seres vivos y pensantes, lo que UD quiera imaginar para las siguientes décadas, lo que sea, todo o casi todo estarán impregnados por la ciencia y nuevos descubrimientos, sean para salvar vidas, por medio de vacunas y contener epidemias o para mitigar el hambre en regiones en dónde el cambio climático será determinante para la supervivencia.
La mente humana debe ser capacitada y entrenada para los inminentes retos que este mundo asoma. Cambios en las energías para mover autos o barcos o aviones, laboratorios que descubran la cura para el cáncer o diabetes o el fin del Alzheimer o Parkinson.
¿Se imagina una vacuna que evite que nuestros niños caigan en adicciones de drogas?
¿Puede ser posible que se establezcan nuevas bases para una economía más humana? Una que de verdad contemple a los pobres, no como uso faccioso o electoral, sino como sujetos a mejores oportunidades de crecimiento.
El futuro para todos y todas no es sencillo, el planeta ha mostrado sus dientes, se defiende y lo seguirá haciendo mientras nosotros continuemos enterrando la daga y rompiendo sus equilibrios. El sentido común nos llevaría a concluir que un nuevo ser debe ser sembrado, nuevos ciudadanos del mundo, preparados para escenarios apocalípticos en dónde el agua potable será motivo de guerra, en donde una tortilla podría llegar a ser escasa, en dónde millones de familias se verán en la necesidad de abandonar sus hogares para dar de comer a sus hijos.
Si la película es oscura y representa enormes retos, ¿por qué, en un país como el nuestro, se pretende desconectar a nuestros niños de esta futura realidad? El debate sobre los libros de texto se ha quedado corto, atrapado en estupideces, pero sin llegar al tuétano del problema. ¿Cómo pretendemos que nuestros hijos y nietos se enfrenten a los retos de las siguientes décadas? Un semillero como el que se pretende colocar con los libros vaqueros de la SEP solo les dotará de talento para ser microbuseros o vividores, pero no para formar los cuadros de la gran mente científica, la crítica, la propositiva que este país requiere.
La educación pública lleva mucho tiempo maquilando seres mediocres, pocos son los que asoman la cabeza y rompen con sus círculos conformistas, (aquí, el mérito es de muchos buenos profesores y padres y madres de familia comprometidos con el futuro de sus crías).
Los libros de texto actuales comprueban el viejo axioma en gobiernos populistas, “no necesitan mentes críticas, preparadas en independientes, sino animalitos de granja domesticados a punta de puños de maíz».
¿A quién demonios le interesa que nuestros niños sean adoctrinados como obreros soviéticos? ¿Existirá en la mente de los padres de familia algún foco rojo que les indique que sus amados chamacos volverán a repetir la miseria que ellos mismos han vivido?
¿Por qué nos empeñamos en ser esa sociedad tipo «el chavo del ocho», iletrada, conformista y anhelante de una torta de jamón?
Y ojo, nos guste o no, los alumnos de las escuelas privadas llevarán mano en oportunidades . Parecería que este gobierno odia realmente a los pobres.