MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ FARÍAS
En serio llegué a pensar que el país había vivido una epifanía, que el debate sobre los libros de texto estaban detonando esa necesaria inteligencia nacional, una más consciente, una que comienza a abrir los ojos y darse cuenta de que vamos de la fregada, y de colmo, los libros de texto (que no son gratuitos) se habían convertido en la guía de futuras legiones de mononeuronales ciudadanos. Hasta llegué a decir: «Dinamarca, agárrate, pues no solo eres mejor en atención médica, sino que vamos a romperla en calidad educativa».
Y ¡zaz!, que se nos atraviesa la fría realidad… bastó un programa de televisión llamada «la casa de los babosos» o los famosos para que la lápida aplastará mi inocente idea.
Un programa, que ahora me entero, es un refrito del «Big brother» de hace 15 años y que hoy, potenciado por los followers, likes, caritas, vistas, seguidores y esas drogas que tanto necesitan las personalidades que sufrieron abandono en la niñez y que es explotado por medio de la caja idiota. Una finalista llamada Wendy, una famosa que explotó su condición de prostituta o prostituto y que hoy se lleva cuatro millones de pesos, obtuvo 18 millones de votos. Humberto Eco lo definió muy bien: son tiempos de «legiones de imbéciles», en México, es un negocio formidable para este tipo de programas, y son los más limitados intelectualmente los que engordan las cuentas bancarias de esta industria.
Corridos tumbaos, regeton, pesos plumas, casas de los babosos, narcocorridos, abuso de tiktoks y esa galería de basura prometen un desastre para un país que arrastra a manera de lastre a enormes franjas de seres humanos regenteados por la maquinaria de subsidios…el círculo infernal de la pobreza, ignorancia y mediocridad con playeras EE fútbol nacional o de ojos atentos a porquerías como la casa de los babosos.
Pobre México, país generoso y de abundancias que no merece esto.