MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ FARÍAS
El cordón umbilical que conecta México con los EUA provoca que lo que allá los enferme a nosotros nos acerque a terapia intensiva.
Por ello es que en el consultorio de nuestras penas estemos nerviosos ante el parto democrático gringo, pues al no saber si será niño o niña, (uno niño psicópata y la chiquilla que no es precisamente una princesa bien portada).
Trump o Kamala, dos cartas que habrán de generar una nueva era en las relaciones con México y el planeta, claro está que los raspones recibidos con Trump nos hacen rezar el » Dios te salve maría» y que no llegue este anticristo cachetón.
La tensión está generando insomnio a muchos y no se puede negar que los gringos salieron buenos para los finales cardiacos, está en su naturaleza.
Solo que el potencial caos electoral de allá, nos debe replantear un asunto aquí, ¿qué haremos en estas tierras para desempolvar las extremidades y comenzar a marchar en nuestra propia ruta?, hemos, durante siglos, actuado como la nación – esposa, que espera que el marido no se emborrache y nos madree, que el macho del norte nos trate bien, que no ande de malas, esta conducta colectiva nos aplasta y somete en una relación tortuosa, dependiente .
Nuestra infinita capacidad para estar divididos y esa ruindad de no permitir que el éxito ajeno nos de gusto, nos mantiene como una nación fragmentada, en donde las divisiones sociales fracturan cualquier intento de proyecto colectivo, los muy ricos se alimentan de la fuerza de una gran base laboral, misma que , como desde hace 200 años , solo cumple con el papel de una mano de obra barata ( aunque usemos corbata y compremos bolsas clonadas no distamos de esos obreros del siglo pasado) , nuestra capacidad para aspirar al otro peldaño es frenado por las deudas con Coppel o las tandas en la oficina.
Todo el sistema educativo en el país está constituido para no salir de las aguas de la mediocridad y quien rompe con esa realidad y logra llegar a niveles más altos, pronto es absorbido por las costumbres de la tribu de la clase media y media alta…o sea, para atrás, ni para regresarles un bolillo.
¿que explica esto? que México, es una nación condenada a la dependencia y por ende a el encuentro de soluciones que no impliquen un esfuerzo mayor…el razonamiento más elemental es este: no sabemos hacer equipo, por ende, no sabemos lo que es proponernos una meta en común.
Todas las discusiones sobre los temas urgentes son materia de separación, respiramos polarización y el gusto enajenante por el rencor, nos exponen a una constante de ataques, el mexicano se convirtió en enemigo del mexicano, el dolor ajeno no importa ya…bienvenidos a el país más inhumano del mundo.
Solo un terremoto o una catástrofe ciclónica nos regresa a ese estado de miedo y por ende de humanismo, pero mientras no ocurra, estaremos hundidos en nuestras agendas personales, y muy egoístas.
Y claro que gran parte de culpa surge de las gargantas de los populistas, mismos que , como en el sexenio pasado, ocuparon la lengua para dividir aún más , pero no son los inventores de esa lucha de clases, solo se aprovecharon, conscientes de que somos una nación emocional, con mentalidad de porras de fut bol y que habremos de responder con el estómago…y les funciona.
Esta disección responde al tema en cuestión, el por qué no debería preocuparnos el estado de salud de la democracia yanqui, pero nos somos una tierra fértil para la mala siembra por ello es que nos preocupa que un payaso como Trump pueda llegar, nadie nos podrá defender si este buey decide venir a orinarnos.
En el fondo el caos nos caería bien, no me mal interprete, no estoy pidiendo que nos cargue la chingada, sino que a este país le hace falta una real sacudida de su zona de confort , una que nos obligue a enfrentar todos los dilemas posibles, que nos sintamos expulsados del paraíso mental de las telenovelas y ese mundo facilón de las redes sociales, para crecer con dolor, pero crecer como debe ser.
Solo un fin del mundo nos obligaría a revelarnos, de miedo, ¿no?, pero eso estamos pidiendo a gritos.