PARA CONTAR/ La vecindad México-USA

ARTURO ZÁRATE VITE

Si ya se sabe de lo que es capaz, lo que mejor se puede hacer es buscarle el lado amable, sin dejar de ser firme y digno ante cualquier negociación, para nada caer en sumisión.

No se puede pensar, valga decirlo coloquialmente, enfrentar a Sansón a las patadas, porque entonces por anticipado se conocería el resultado. Hay que echar mano de la inteligencia para ponerse de acuerdo con el argumento de que las dos partes se necesitan.

Por la muy cercana vecindad, por el intercambio comercial que a ambos beneficia, por la mano de obra migrante que conviene a la sociedad de los Estados Unidos, por las ventajas de combatir de manera coordinada a la delincuencia y por la seguridad prioritaria para cualquier nación poderosa que tiene enemigos poderosos en el mundo.

Donald Trump quien será presidente a partir de enero es un personaje conocido para los mexicanos, desde que compitió por primera vez como candidato presidencial con un lenguaje que incluyó ofensa para migrantes y con acciones amenazantes en materia arancelaria una vez que estuvo de inquilino en la Casa Blanca.

Ha sido partidario de levantar el muro en la frontera entre México y Estados Unidos y ha exigido mayor control en la frontera sur para contener el avance de miles de migrantes.

La falta de experiencia como gobernante lo hizo enfrentar dificultades tanto en su país como afuera, incluso con su mismo equipo, que en varias ocasiones lo obligó a sustituciones o ceses repentinos.

Ser inexperto en el manejo político lo llevó a enredarse en conflictos poselectorales cuando supuso que los demócratas le habían hecho trampa al vencerlo con Joe Biden.

Hoy es distinto, no solo porque arrolló en las elecciones, en su triunfo como candidato presidencial y en el dominio electoral del poder legislativo, sino por la madurez política adquirida en estos menesteres que lo ha hecho más precavido, cauto y cuidadoso en la integración de su equipo.

Ya no es político desbocado y precipitado, mide mucho más sus decisiones y acciones, lo que de ninguna manera significa que haya renunciado a sus ideas originales, que, por lo visto en recientes comicios, tienen ganada simpatía de la mayoría del pueblo norteamericano.

Por supuesto que sabe el tamaño del bono adquirido y no lo va a derrochar, lo utilizará para sus planes internos y externos, con la gradualidad que se requiera.

No es para espantarse, con sus cualidades y defectos, también es ser humano, aunque gobierne una potencia.

Parecería gesto menor la primera comunicación entre el presidente electo y la presidenta de México Claudia Sheinbaum, no lo fue. Se privilegiaron las cortesías, sin que ninguna de las partes saliera del tono cordial. Trump, contra lo que pudieran haber supuesto algunos, estuvo a la altura.

La presidenta mexicana se encargó de dar los pormenores de la comunicación y del otro lado no se añadió nada que fuera diferente.

Es buen comienzo entre quienes van a dialogar con la representación de sus países en los próximos años.

Ojalá todo el tiempo sea ese el tono entre los dos gobiernos, sin que ninguno renuncie a la defensa de sus intereses o que uno se sienta mucho más grande que el otro y que por la fuerza quiera imponerse.

A Donald Trump y a la doctora Claudia Sheinbaum hay algo que los identifica, ambos llegaron al poder con el apoyo del pueblo, con amplia e indiscutible ventaja sobre adversarios.

Se entiende que también pueda haber momentos complicados en la relación bilateral, no sería la primera vez, lo fundamental es que se pondere lo justo y la buena vecindad entre dos naciones físicamente muy cercanas.

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