ARTURO ZÁRATE VITE
Alejandro Moreno Cárdenas volvió a demostrar que es mucho más listo que Marko Cortés.
El dirigente del PRI cerró todos los candados para que ninguno de sus compañeros en la bancada senatorial se quitara la camiseta roja y se pusiera del lado de los intereses del grupo mayoritario. En cambio, el dirigente panista creyó que era suficiente con una conferencia de prensa en la que los senadores azules expresaran públicamente que votarían en contra de la reforma judicial.
Alito habló con cada uno de los senadores para recordarles que le deben el cargo, porque los hizo candidatos y candidatas, los ayudó a contar con escaño y fuero constitucional.
Por si las dudas, por si alguien le jugaba las contras, les hizo firmar licencias, para quitarles el puesto en caso de que asumieran una actitud distinta, desaparecieran o se enfermaran de última hora. Por eso mandó a llamar a los suplentes. Todos bajo vigilancia para evitar sorpresas.
A Manlio Fabio Beltrones, que continúa siendo priísta, pero que lo excluyó de la bancada al reprobarle la crítica, no tuvo que pedirle ni sugerirle nada. Manlio es un personaje que por ningún motivo iba a echar al bote a la basura su larga trayectoria como tricolor y tampoco iba a claudicar sobre lo que piensa que se debe hacer con el poder judicial.
Alito se salió con la suya, todos sus compañeros votaron en contra, hasta el ex gobernador de Coahuila Miguel Riquelme quien en los días previos se reportó enfermo.
Con Marko Cortés fue diferente.
El grupo parlamentario panista se veía compacto, sólido. Era la bancada que parecía imposible quebrarla, con una actitud que descartaba cualquier fractura, bajo la mirada de su líder.
Nada más que Marko estuvo lejos de tomar las medidas que aplicó Alejandro Moreno con los priístas. Se conformó con que dijeran públicamente que iban a votar en contra de la reforma. No estableció ningún candado, no les pidió firmar su licencia ni llamó a los suplentes para cubrir cualquier eventualidad. Pecó de exceso de confianza en un tema de la mayor trascendencia para el país.
Cuando se dio cuenta de que Miguel Ángel Yunes Márquez se le había salido del redil, era demasiado tarde. Perdió la cuenta del número de veces que le llamó por teléfono. Nunca le contestó.
Sabía que Yunes Márquez sería el voto 86 que buscaba Morena para alcanzar la mayoría calificada y aprobar la reforma judicial. Otra vez su ineptitud lo haría hacer el ridículo, volvería a exhibir la debilidad de su liderazgo, como cuando Alito lo dejó colgado de la brocha en la Cámara de Diputados y el priísta se fue por la libre para votar junto con Morena para justificar y validar la participación de los militares en la seguridad de las calles.
Eso no fue todo, quedó al descubierto la fórmula que postuló de candidatos a senadores del PAN en Veracruz. Como candidato titular Miguel Ángel Yunes Márquez y en calidad de suplente Miguel Ángel Yunes Linares. Lo nunca visto en las nominaciones, de ningún partido, hijo y padre juntos.
A Marko le valió gorro el nepotismo, no le importó los antecedentes de la familia Yunes. Puso en primer lugar su ambición, conseguir votos que podían darle al partido los afamados veracruzanos en beneficio de las aspiraciones de candidatos plurinominales como él, que no están obligados a realizar campaña y dependen de la votación nacional.
Lo peor es que cree que todo lo que hace correcto, sin darse cuenta o simula no darse cuenta que por su culpa el barco azul se sigue hundiendo.
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