El poseer no existe, existe solamente el ser:
ese ser que aspira hasta el último aliento, hasta la asfixia.
Franz Kafka
ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ/ @arturosuarez
Si alguien mostró que estaba hecho a la vieja figura priista era Andrés Manuel López Obrador. No descansó hasta revivir a Díaz Ordaz y al otro López, a López Portillo, el populismo, el presidencialismo, el poder unísono que rayaba en lo mesiánico.
Según aquellas viejas prácticas, el nuevo presidente debía dar un golpe certero, de fuerza que rompiera con el pasado reciente y mandar el mensaje contundente de que no habría tolerancia para los corruptos, pero, aquel mal no se terminaba, era una mera lavada de cara.
Todo se remonta al sexenio de Carlos Salinas de Gortari quien llegó a la presidencia en 1988 cuando obtuvo una victoria sospechosa de fraude, por cierto, los que hoy gobiernan mucho tiempo hablaron de ello, hasta que López les ordenó guardar silencio porque Manuel Bartlett era el secretario de Gobernación y encargado de organizar los comicios, el mismo al que se le cayó el sistema y que fue incondicional de Salinas.
La mañana del 6 de enero de 1989, Joaquín Hernández Galicia, mejor conocido como la “Quina”, Salvador Barragán Camacho y los dirigentes de las 32 secciones del gremio visitaron al presidente para intentar imponerse. Solo cuatro días después lo metieron a la cárcel por homicidio y acopio de armas. El líder sindical salió de prisión a la mitad del sexenio de Ernesto Zedillo por una amnistía, nueve años habían pasado, así iniciaron los “quinazos”.
El año de 1994 fue muy convulsionado, el magnicidio de Luis Donaldo Colosio, el de José Francisco Ruiz Massieu, el error de diciembre y la ruptura entre Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo fue el marco para encarcelar a Raúl Salinas de Gortari, conocido como el “hermano incómodo”. En septiembre del 2005 recuperó su libertad y luego su fortuna.
En el año 2000 cuando Vicente Fox llegó a la presidencia, se auguraban nuevos tiempos, se hablaba del fin de la corrupción gracias a la alternancia en el poder, de nuevo nos equivocamos pronto explotó el “toallagate” y los hijos de Martha Sahagún, en ese sexenio tomaron mayor fuerza los liderazgos de Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps, dicho sea de paso, le ayudaron a Fox y luego a Calderón para conservar la presidencia.
Con Felipe Calderón pasó algo similar, entendía que ir por algún líder, era manchar el primer sexenio del PAN. Calderón se enfrentó al desprestigio de haber ganado una elección frente a López Obrador que calificó de fraude, nunca presentó las pruebas, pero ante lo cerrado de los números, el michoacano no contó con legitimidad y aquello de llamarlo espurio le dolió. Felipe Calderón se escondió detrás de los militares, con su “guerra” para legitimarse. Luego detuvo a 11 presidentes municipales en lo que se conoció como el “michoacanazo”, uno a uno fue saliendo de prisión.
Con el regreso del PRI se sacó del baúl las viejas prácticas. La maestra Elba Esther fue detenida, apenas unos días antes comió en Los Pinos con Enrique Peña Nieto al que llamaba “amigocho” como a Fox, la acusaron de fraude, lavado de dinero y delincuencia organizada. Salió absuelta en agosto del 2018.
En la época de la Cuarta Transformación le tocó a Rosario Robles quien había sido titular de Sedatu con Peña Nieto, aquello se llamó “la estafa maestra”, también leyó como una venganza por parte del Pejelagarto. “Rosario, no te preocupes” le dijo Peña, pero todos emprendieron la huida. Robles salió en el 2022, también fue exonerada.
Los fantasmas del pasado se pasean por el poder, llámese “quinazo”, “michoacanazo” o “gordillazo”. López Obrador tuvo la posibilidad de llevar a juicio a sus antecesores y se lavó las manos con una consulta. Silvano Aureoles que por ahora se encuentra prófugo y otros más recuerdan las viejas prácticas para hacer sentir el poder. ¿De verdad ya cambió la cosa? ¿Va en serio?
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Hasta la próxima.