PALABRAS MÁS/ ¡Sin rigor!

La ciencia es el gran antídoto contra

el veneno del entusiasmo y la superstición

Adam Smith

ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ/ @arturosuarez

Si algo presumió el Pejelagarto durante su sexenio fue una supuesta autoridad moral. Quizá la tuvo en un principio, pero conforme avanzó la administración, fue cometiendo errores, lanzando acusaciones y estigmatizando sin probar a sus adversarios; mintiendo y difundiendo medias verdades. Todo eso, sumado al contraste con sus resultados, desgastó esa supuesta autoridad: su nombre quedó devaluado porque hasta la palabra empeñó… y no cumplió.

Desde su ignorancia, pero cobijado por sus altos niveles de popularidad, construyó una narrativa que lo colocó como una especie de “intelectual”, con una supuesta superioridad. Más bien, desde la comodidad que otorga el poder, opinaba de todo aunque no fuera su área: economía, exploración petrolera, relaciones internacionales, la pandemia y los contagios. Ninguno de sus colaboradores se atrevía —por miedo a ser puestos de patitas en la calle y perder privilegios— a decirle que no había rigor ni evidencia en mucho de lo que afirmaba; solo quedaba su presunta superioridad moral.

Aquello de lo que tanto se ufanaba —no ser iguales, ser honesto, tener una superioridad moral sobre sus antecesores— no es determinante para presentar una investigación en el terreno de la intelectualidad. Se puede ser muy honesto y, al mismo tiempo, muy ignorante, porque no se tiene dominio de los temas, no hay credenciales académicas y no existe método ni rigor para trabajar o presentar resultados de una investigación.

Así, López escribió del 2018 al 2024, durante su sexenio, tres libros: Hacia una economía moral, A la mitad del camino y Gracias. Por lo menos esos títulos estuvieron puestos en entredicho, porque ser presidente es un trabajo de tiempo completo. ¿A qué hora escribía? Claro que ninguno es digno de un Nobel de Literatura; lo que sí es que el sello editorial y el tabasqueño usaron la mercadotecnia y el momento político para vender libros.

Incluso el Pejelagarto se ha contradicho a sí mismo. Por ejemplo, en una entrevista televisiva lo cuestionaron sobre su visión de una reforma energética que aparece en su obra Un proyecto alternativo de nación: hacia un cambio verdadero (2004), particularmente sobre la exploración petrolera en colaboración entre privados y el gobierno. López insistía en que no decía eso, que estaba sacado de contexto, aunque es muy parecido a lo que plantearon Felipe Calderón y Peña Nieto. En otro de sus libros, Entre la historia y la esperanza: Tabasco, la inundación y la mafia que se adueñó del paraíso (1995), deja muy mal parado a Manuel Bartlett por la caída del sistema en 1988; pero ya como presidente lo defendió tanto que lo puso al frente de la CFE. ¿Entonces?

A poco más de un año de haber dejado la presidencia, ya circula su nuevo libro, Grandeza, sobre las civilizaciones ancestrales de México. Hace unos días hablé con un amigo historiador que ya lo revisó: resulta una obra superficial para sus seguidores, que le van a creer todo. Será anecdótica, pero nada aportará. Eso sí, un éxito de ventas: en el Senado gastaron más de siete millones de pesos en esos libros.

En tiempos en que la política pretende convertirse en verdad absoluta, vale recordar que la ciencia, incluso la social, exige pruebas, reflexión y autocrítica, cosas que la 4T no tiene. Bueno, ya ni autoridad moral. Lo demás es mito, superstición… Pero mejor ahí la dejamos.

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Hasta la próxima.

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