Parte de la inhumanidad de la computadora
es que, una vez que está programada
de forma correcta y funciona sin problemas,
es completamente honesta.
Isaac Asimov
ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ (@arturosuarez). López Obrador como presidente de México ya no se convertirá en el líder que América Latina estaba esperando, la imagen que se proyecta en el extranjero debería preocuparle, sobre todo por el clima de violencia que se vive, el reguero de muertos por el crimen organizado con 124 mil 814 homicidios, los de la pandemia que rebasan los 325 mil fallecidos y que no se deben olvidar, la inflación de 7.58% que ahoga a la encomia familiar, el trato a los migrantes y sobre todo su admiración, su respeto para personajes impresentables como Hugo Chávez, Nicolás Maduro, los hermanos Castro, Díaz-Canel, Evo Morales, Lula da Silva y Pedro Castillo, todos con historial populista y que construyeron una narrativa de esperanza, pero la realidad se impone por el rigor de las mediciones y los que salen perdiendo siempre son sus gobernados.
El presidente ha repetido en varias ocasiones que su política exterior estaría marcada por la no intervención, pero como lo he dicho los de la 4T son los amos del relativismo según les convenga. El tabasqueño ha recetado una y otra vez que “la mejor política exterior, es la interior”, aunque su injerencia le ha provocado varias crisis que han tenido que ser minimizadas por su canciller Marcelo Ebrard, al que seguramente se le crispan los pelos cuando su jefe se entromete en su trabajo, bueno hasta lo ha ridiculizado, aprieta la quijada y a pasar aceite.
Igual que le jugaron a Peña Nieto, el ex presidente de EU Donald Trump utilizó a López para catapultar su campaña, así en julio del 2020 lo vimos en el jardín de la Casa Blanca, leer fluido y tomar partido, decía que Trump era su amigo. Con su colmillo largo y retorcido, buscando regresar a la presidencia de su país, el magnate le recetó un tremendo derechazo al declarar que nunca había visto doblarse a nadie como al Pejelagarto en aquello de las negociaciones del T-MEC. Aunque digan lo contrario la 4T obedeció el mandato de Washington y militarizó la frontera, no solo la norte sino la sur para detener el flujo migratorio.
Cuando los demócratas regresaron al poder, el presidente mexicano tardó varios días en reconocer el triunfo de Joe Biden pues en Palacio Nacional esperaban un desenlace diferente. Luego el 16 de septiembre, en plena conmemoración de la Independencia, López Obrador recibió al cubano Miguel Díaz-Canel y relegaron a un asiento segundón al recién llegado embajador Ken Salazar. Su antecesor Christopher Landau que fue repatriado en el 2021, declaró que López Obrador era pasivo ante el narcotráfico, que había entre 35 y 40% de territorios controlados por los cárteles y criticó la liberación de Ovidio Guzmán Loera, hijo de “El Chapo Guzmán” sentenciado a cadena perpetua. Esas declaraciones e informes que se tienen en EU contrastan con lo dicho por Francisco Labastida y Porfirio Muñoz ledo sobre un contubernio con el narco, que no son las únicas voces que lo refieren.
Así han sido los tumbos de la 4T en la política exterior, con una diplomacia a contentillo, usando a las embajadas y consulados como moneda de cambio para quienes son dóciles con el presidente. Pero la lista es larga, ahí queda la carta que mandaron a España buscando que estos ofrezcan disculpas por la conquista del siglo XVI, claro eso fue tomado como una mala broma y la furia de López lo llevó a suspender relaciones con el país ibérico. Otro episodio fue que en su gira por Centroamérica ofreció que 25 mil guatemaltecos cotizarán en el IMSS que acusa desabasto y las quejas del servicio se cuentan por miles.
La semana pasada Andrés Manuel López Obrador nos dio muestra de su torpeza en la diplomacia, envió su solidaridad a Gustavo Petro quien es candidato a la presidencia de Colombia, aseguró que “enfrenta una guerra sucia” en medio del proceso electoral de aquel país. Como se anticipaba, el gobierno de Iván Duque acusó a López de realizar “una injerencia desobligante en los asuntos internos”, como decía el otro “pero que necesidad”, López Obrador tampoco tiene un lugar junto a Simón Bolívar… Aunque mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.