¿Qué otra cosa es el hombre
sino memoria de sí mismo?”
Juan José Arreola
ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ/ @arturosuarez
Hace unos días perdí el teléfono celular y aunque ya sabía que dependíamos en muchos aspectos de ese pequeño artefacto, no había sentido ni reparado en lo que es tener las manos vacías sin el aparato y hasta una pequeña sensación de desesperación por no picar la pantalla y revisar las redes sociales o estar enterado de las noticias. Que le digo, que lejos quedaron aquellos tiempos cuando en la memoria natural, es decir la mente, guardábamos números importantes y no transferíamos la responsabilidad.
Aunque no se quiera depender del aparato, las circunstancias y lo vertiginoso de la vida del siglo XXI nos ha puesto en ese lugar. Ahí están tus datos personales, el correo electrónico que se han convertido en las llaves para ingresar a la banca móvil y poder recibir dinero, realizar pagos, medir gastos. En otros casos el teléfono inteligente es la oficina y desde donde te encuentres puedes mandar reportes, videos, notas y reportajes, es una herramienta esencial para un reportero.
También ahí está el centro de entretenimiento, escuchar música o ver vídeos, entrarles a las redes sociales de todo tipo y hasta un mecanismo de control cuando no estás en línea para decir buenos días o muchos que muestran hasta su comida.
Esa dependencia al celular, se conoce como nomofobia, no es más que una abreviatura de “no-mobile-phobia”, el término se refiere al miedo o ansiedad de quedarse sin acceso al teléfono móvil y también a la dependencia. Esa condición está asociada a un uso excesivo del dispositivo, que puede interferir con las actividades diarias, las relaciones interpersonales y el bienestar mental.
¿Imagina usted un mundo sin celulares? Seguramente sí, porque usted y yo somos del siglo pasado cuando la agenda era de papel y se anotaba con bolígrafo, pero las nuevas generaciones nacieron inmersas con esa y otras tecnologías.
El mercado mundial de celulares asciende a 607 mil 8 millones de dólares a nivel mundial, quizás así comprendemos por qué conviene tanta dependencia. En 2022 se hizo la estimación que en el mundo había más de 8 mil 580 millones de suscripciones móviles activas, pero el mercado sigue creciendo. La población mundial de aquel año rondaba los 8 mil 62 millones de habitantes, lo que significa que había, y hay más celulares que seres humanos en el planeta Tierra y cada año se producen alrededor de mil 400 millones de esos artefactos.
Cuando pude poner un post de Facebook que me había quedado sin celular, recibí muchos mensajes, pero sin lugar a dudas el de una amiga dio pauta para escribir. “Estamos pendientes” decía. «Qué pena, se siente horrible. Hoy en día es una herramienta imprescindible. Les voy a contar… Mi hijo nombra a mi celular ´carnal´ porque un día lo perdí y casi me infarto, a mí no me podía pasar por la naturaleza de mi trabajo… como en tres horas lo resolví comprando otro (con tarjetazo)… Le platiqué a mi hijo y le dije: no es igual, claro, ¡estoy exagerando! pero sentí como perder un hijo. Jajajajajaja desde entonces mi celular es el carnal”, un mensaje chusco.
Ahí vamos caminando con nuestra dependencia a la tecnología y es crucial tomar conciencia de su influencia y aprender a usarlo como un aliado, no como un grillete que limite nuestra libertad. Dentro de la pérdida fue bueno regresar de otra ciudad en autobús solo con la mente y la reflexión…
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Hasta la próxima.