Cuando se descubrió que la información
era un negocio, la verdad dejó de ser importante.
Ryszard Kapuscinski
ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ/ @arturosuarez
La militarización de un país es una decisión que resuelve lo inmediato pero contraproducente a largo plazo. Históricamente, los militares han sido vinculados a abusos de poder y violaciones de los derechos humanos. Al concentrar el poder en pocas manos, se crea un ambiente propicio para la represión, la tortura y la violencia y paulatinamente se da el debilitamiento de instituciones democráticas y las de rendición de cuentas, se invierte más presupuesto a las instituciones castrenses y baja la inversión en rubros como salud, educación y desarrollo social.
Lo anterior tiene un impacto negativo en el bienestar de la población y puede generar descontento social, ahí están los ejemplos de regímenes como Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua.
Esta semana México ha cambiado de nueva cuenta, termina el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y comienza el de Claudia Sheinbaum Pardo, la primera mujer en ocupar la máxima magistratura del país. Ella es la encargada de continuar con el proyecto denominado Cuarta Transformación que ha sumido al país en severos problemas como las crisis en salud, educación, seguridad y cuidado con lo económico. Pero sin duda la peor herencia que deja López Obrador es la militarización del territorio nacional.
Si Felipe Calderón se escondió detrás del Ejército para legitimar su triunfó en el 2006 y comenzó la guerra contra el narco qué dejó 122 mil 319 muertos, López terminó por empoderarlos, no los regresó a los cuarteles como dijo en las campañas del 2012 y 2018, los convirtió en empresarios, les dio más presupuesto, marco jurídico para que operen y próximamente a la Guardia Nacional, hoteles y trenes. La Sedena y la Marina se convirtieron en supersecretarías encargadas de la construcción y administración de sus mega obras.
Regresando a los años en que gobernaba Calderón, López y sus incondicionales le hicieron grandes reclamos, marchas, lo increparon y se opusieron a darle las leyes necesarias para que el Ejército hiciera funciones de policía, no querían un país militarizado ahí están las Imágenes con varios que hoy son legisladores pidiendo “No a la militarización”, ya con AMLO justificaron todo y se tuvieron que tragar sus palabras.
Con Peña Nieto tampoco se regresó el Ejército a los cuarteles, por el contrario, se intensificó su presencia y luego el 26 de septiembre del 2014 se les vino la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa y ahí se le terminó el sexenio a Peña. López Obrador supo capitalizar la desgracia, de nuevo sus incondicionales marcharon y acusaron que en la desaparición de los jóvenes participaron los castrenses y exigían que el general Salvador Cienfuegos dejará de encubrir a los elementos que habrían participado.
Pero como dicen no es lo mismo ser “borracho que cantinero” y el gobierno del Pejelagarto defendió a Cienfuegos cuando lo acusaron en Estados Unidos de nexos con el narcotráfico hasta que lo repatriaron y en las mañaneras no querían tocar el caso. Luego la mañana del 11 de octubre de 2023 López Obrador condecoró al general por haber sido director del Colegio Militar, ahí se acabó la autoridad moral cuando en el pasado lo habían marcado como parte de “la mafia en el poder”.
Es un hecho que los últimos tres sexenios, 18 años, los gobiernos no pudieron pacificar al país y generaron un megapoder contenido en las fuerzas armadas y en el arranque de la nueva administración no hay plan para regresarlos a sus cuarteles, esa es la peor herencia que deja López, un país militarizado. Para construir sociedades más justas y equitativas, es necesario fortalecer las instituciones democráticas, invertir en educación y desarrollo social, y promover la resolución pacífica de los conflictos, eso se les olvidó.
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Hasta la próxima.