La carrera militar con armas nucleares.
es como dos enemigos frente a frente
con bidones de gasolina y fuego.
Carl Sagan
ARTURO SUÁREZ RAMÍREZ/ @arturosuarez
Luego de la devastación provocada por la Segunda Guerra Mundial y, en especial, tras el horror de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, el mundo pareció llegar a un consenso: nunca más. Aquel “nunca más” se tradujo en una búsqueda –aparentemente incansable– para alcanzar una paz permanente. Se crearon instituciones internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), y tribunales internacionales como los de Núremberg y Tokio, que intentaron establecer las bases de un nuevo orden regido por el diálogo, la justicia y la cooperación. Incluso alianzas militares como la OTAN se justificaron como mecanismos de defensa colectiva para evitar nuevas guerras globales.
Sin embargo, esa paz prometida ha sido, en muchos sentidos, una utopía. El mundo no ha dejado de estar en guerra: Vietnam, Corea, Afganistán, Irak, Siria, Ucrania, Gaza… y ahora, un nuevo foco de tensión amenaza con desbordarse entre Irán e Israel. Un conflicto con potencial devastador, donde actores de gran peso como Estados Unidos y Rusia no son meros espectadores, sino piezas activas que mueven fichas geopolíticas en nombre de intereses estratégicos.
En las últimas semanas se nos ha aparecido un espectro del pasado, un temor propio de la Guerra Fría, una guerra nuclear con los horrores y consecuencias de aquellas ciudades de Japón a las que “Little Boy” y “Fat Man” (nombres de las bombas) las trastocaron para siempre en 1945. La tensión entre Israel e Irán, han revivido esa posibilidad que sigue latente ya que los ataques con drones, misiles, declaraciones incendiarias, sabotajes, asesinatos selectivos y más podrían salirse de control, sí, más de lo que está.
Se estima que la bomba de Hiroshima dejó hasta 200 mil muertos, entre directores y los que perecieron por sus estratos, una verdadera tragedia para la humanidad. Por eso viene bien ya colación un libro que leí hace años y me impactó por imaginar aquellos horrores, se trata del ensayo del científico norteamericano Carl Sagan, “El Invierno Nuclear” publicado en 1983. Su mensaje debe revelar, discutirse y enseñarse en el contexto actual, sobre todo en la era de la inteligencia artificial donde aparentemente no hemos resuelto el dilema de sobrevivir a nuestra propia tecnología.
Ahí el astrofísico advirtió sobre la catástrofe que no solo alcanzaría a dos o tres países involucrados en un conflicto, las consecuencias serían para todo el planeta, un desastre medioambiental, ciudades incendiadas, millones de toneladas de humo y desechos flotando en el ambiente bloqueando la luz solar y con ello cayendo las temperaturas, lo que significaría contaminación de mares y ríos, cosechas fallidas y pocas opciones alimentarias, hambruna lo que desataría nuevos conflictos, “una noche que podría durar meses”.
Insisto, se deben escuchar las advertencias de la ciencia, aprender de la historia, de los errores y horrores, la guerra nuclear no es negociable, no es contenible porque resultaría una sentencia para la humanidad. Aunque sabemos que por ahora el conflicto entre Irán e Israel ha terminado según afirmaciones del presidente de Irán, aún estamos a la expectativa de cuáles son sus dimensiones, qué otros países con sus líderes se inmiscuyen, pero quién sabe si veremos el desenlace y no es pesimismo estimado lector.
Carl Sagan decía sobre un invierno nuclear, “no morirían solo los enemigos”, un pensamiento fácil o distante, incluso por la geografía, “moriríamos todos”. Qué duda cabe, la vida, la que sobreviva claro, no volvería a ser la misma, la única forma de escapar es evitándola…
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Hasta la próxima.