SARA LOVERA* (SemMéxico, Ciudad de México). Una mujer más al gobierno de una entidad que no es una más, sino simbólicamente la entidad clave, donde ha sido derrotado uno de los más antiguos grupos políticos de lo que el presidente de la república llamó “la mafia del poder”.
Han cambiado tanto las cosas que en el triunfo de Delfina Gómez Álvarez solo está signado por la lucha de poder, encabezada por el partido de Estado. Ella no viene de ninguna lucha histórica, como podría suponerse. Ni de la populista ni de las de izquierda, que han significado a personajes de este régimen.
Sus principales credenciales no son las de la militancia ni de una trayectoria heroica o su lucha por los derechos de las mujeres, de la población indígena o de la clase obrera. No, su principal proeza es que viene de abajo, con un padre albañil, de cuna humilde. Una mujer que no mostró —hasta ahora— ninguna de las características guerreras o potentes de otras que han roto con lo establecido. No, ella es una profesora, figura maternal por extensión.
Y es también, por su dicho y comportamiento, la perfecta mujer no ambiciosa, no rebelde, no altisonante. A sus 60 años, solo hace 10 que se inició en la política, como presidenta municipal, sin muestras de liderazgo, ese masculino. Más bien, entregada a un grupo político para obedecer al líder “natural”: Higinio Martínez. La perfecta mujer subordinada y disciplinada, como aquellas esposas que no repelan, que no se ofenden ni se ponen en contra. Ojo, este es un poderoso símbolo para los fines de un gobierno autoritario y que lucha por dominar bien y a fondo, no a la ciudadanía, sino a las y los súbditos.
Para las feministas que pelearon por la paridad electoral, es otra mujer que en teoría se suma a este esfuerzo. Ella ni lo agradece ni lo reconoce; supongo que no ha escuchado nunca la palabra affidamento. No estoy segura de cómo enfrentará los gravísimos problemas del Estado de México, con 40 años en el primer lugar en feminicidio, desaparición de mujeres, trata y altas tasas de marginalidad. Una entidad multicultural y multiclasista con miles de obreras, profesionistas y emprendedoras, con una creciente participación de mujeres en los campos de la política y la vida empresarial.
Una entidad realmente compleja. En septiembre, cundo tome posesión del cargo, habrá en el país 10 mandatarias estatales simultáneamente (30 por ciento del territorio nacional), gobernando a más del 25 por ciento de la población.
Me preocupa que 8 sean de Morena. Ya puede probarse que ninguna garantiza los derechos ni trabaja por las mujeres. Las dos de Acción Nacional, menos. Todas, admitiendo la militarización, contra de las libertades fundamentales de las mujeres. Cinco gobiernan entidades donde se ha legalizado el aborto, donde no hay garantías ni la infraestructura para realizarlo en condiciones óptimas. En la Ciudad de México, desde 2007 ya había estas garantías que vinieron de gobiernos anteriores al de Claudia Sheinbaum Pardo.
En ocho de esos 10 estados no tienen más de tres millones de habitantes. Con economías débiles; no obstante, el Estado de México es potente. Ahí, Delfina Gómez Álvarez enfrentará a una colectividad de mujeres potente y retobada. Encima, tiene la responsabilidad de cuidar infraestructura importante de programas y políticas de género que ahora —por tímidas que parezcan y con claroscuros— significan avances que ya están en peligro.
El Estado de México es la única entidad donde la perspectiva de género se incluyó en la curricular educativa, y las mujeres de más de 50 años, sin antecedentes escolares, pueden acceder a la universidad. O sea, avances en el tiempo que podrán ser reclamables si los elimina la nueva gobernadora, como puede esperarse. Veremos…
*Periodista, directora el portal informativo http://www.semmexico.mx