SARA LOVERA (SemMéxico. Ciudad de México). En estos días, en todos los medios de comunicación se difunde sin parar una pedagogía de guerra y violencia. Encender la televisión significa ver el lanzamiento de misiles en Ucrania, imágenes de destrucción y sangre. También, en tiempo real, vemos balaceras en vivo en Colima y Michoacán, como la de la noche del domingo, con un saldo de 19 personas ejecutadas en un palenque, en Zinápecuaro, Michoacán: masacre que segó la vida a tres mujeres y 16 hombres.
La pedagogía de la violencia ofrece un espacio de libertad para matar a las mujeres sin consecuencias. Durante primer trimestre de este año, según información oficial, siguieron creciendo los homicidios dolosos contra las mujeres. En la ciudad de México, entre enero y febrero se disparó el feminicidio con 17 mujeres asesinadas.
La crispación en el país es recurrente. El fin de semana, al sur de la ciudad de Colima, cuando estaban tomando una clase de educación física, niños y niñas de primaria fueron sorprendidos por una balacera. Por ello, se arrodillaron con las manos en la nuca. Momentos después, maestros y alumnos salieron corriendo para alejarse de la cancha donde estaban.
Igualito de lo que hacen en Ucrania: aprendiendo el miedo y los efectos del enfrentamiento, irracional. ¿Cuál es la conciencia? ¿Cuáles las marcas que llevarán toda su vida? Experiencias lamentables. Esta pedagogía de la violencia, patriarcal y dura, nos está invadiendo.
Por eso resulta prosaica, casi ofensiva, la narrativa oficial, su constante confrontación política, sin atender la problemática fundamental del país. ¿Qué es lo que con ello se está propiciando? ¿Cuánto nos tiene que importar si lo analizamos desde una perspectiva de las feministas?
El fin de semana en Tamaulipas, Mario Delgado Carrillo, dirigente nacional de Morena, fue clarísimo: “Lo que suceda el 10 de abril —la votación sobre la revocación del mandato— será fundamental para lo que suceda en 2024”. Es decir, mientras el país vive la mayor crisis humanitaria, el partido oficial solamente se preocupa por la compra y manipulación de votos. El poder patriarcal difundido cotidianamente en todos los canales de comunicación oficial, a través de los medios públicos, es tóxico.
Lo mismo pasa, con el anuncio de más recursos directos a la población, sin plan alguno de productividad y empleos. Es el caso de las escuelas de tiempo completo. Ahora, las madres o padres de familia recibirán el dinero directamente. Las autoridades tienen un diagnóstico equivocado. Solamente buscan la compra y manipulación de voluntades del “pueblo”.
Todo ello debiera preocupar a la ciudadanía, con crítica a la narrativa superficial y sin acciones del gobierno. Todo ello repercute en la violencia en casa, donde los hombres se fortalecen, día a día, para ejercer su autoritarismo en la familia; los violadores actúan sin miedo, por la impunidad e indiferencia. Los criminales están libres de persecución policiaca, no hay medidas de prevención ni políticas de educación y para fomentar la paz.
Hay en las alturas, sólo confrontación política. Es un discurso que empieza a ahondar en las conciencias: ganar para tener poder y más poder. ¿Tendremos que conformarnos? ¿Callar? ¿No reaccionar a la manipulación cotidiana? ¿Qué haremos las mujeres? ¿Dónde están las narrativas críticas desde la perspectiva feminista? ¿Será que no hay remedio? Veremos…
*Periodista. Directora del portal informativo SemMéxico.mx