SARA LOVERA (SemMéxico, Ciudad de México). Hace muchos años mi maestra Adelina Zendejas me contaba cómo las mujeres mexicanas habían comenzado a identificar sus derechos, entre ellos, los políticos. Fue ella quien durante muchos años sostuvo que las primeras en demandar su participación fueron mujeres de Zacatecas, entre 1825 y 1826. Algunas historiadoras dudan de la fecha.
Sin embargo, encontramos entre las publicaciones de mujeres editadas en Zacatecas en el siglo XIX, una revista llamada El Abanico, de 1826, que relata con exactitud que ahí había mujeres levantadas por sus derechos específicos, apenas terminada la Guerra de Independencia. Ése, cuando menos, es un dato exacto.
Más allá de las exactitudes, esa fecha nos sirve para saber que las mexicanas no se han mantenido inertes en casi 200 años.
Y lo más importante es qué incluyeron en sus demandas, movilizaciones, congresos y organizaciones su petición de tomar decisiones. Pedía llegar al poder y poder hacer. Además, a lo largo de la historia han sido críticas de su momento histórico y sus agendas siempre incluyeron a toda la población.
Como dice Elías Canetti, el gran pensador y escritor alemán, es imposible separar la ansiedad por el poder, estar en el poder, de las condiciones socioeconómicas de cada época. El Premio Nobel retó a los y las pensadoras a mostrar siempre una actitud crítica, de sabueso de cada tiempo, para que las generaciones posteriores comprendan el contexto en el que suceden los avances históricos.
Desde 2019 se modificó la Constitución para decretar lo que se llama y conoce como paridad total, que debe funcionar en la administración federal, estatal y municipal. Ello, a pesar de las resistencias. Y es la hora que en muchas entidades los gabinetes no cumplen.
La pregunta es ¿cómo ese derecho y esa demanda, organizada y plural, desde muy diversas iniciativas e intervenciones, puede existir a tal distancia de la realidad de las mujeres de carne y hueso y obviar el contexto de la pobreza y la desigualdad; del día a día de indígenas, trabajadoras sin derechos, campesinas sin cultivos, maestras confundidas, trabajadoras de cuello blanco con salarios críticos y miles y miles de mujeres en riesgo cotidiano frente a la violencia machista, receptoras de la discriminación?
Se verá en el Informe de Gobierno que rendirá esta semana el Presidente de la República: aumentó la pobreza; se agudizó la salud pública y las niñas y niños no tienen el esquema completo de vacunación; las niñas y adolescentes no tuvieron la vacuna del papiloma humano y hoy, como en Oaxaca no han podido entrar a la escuela.
Los aplausos no pueden ocultar la realidad. Mientras que las mujeres en la política no vean a las mujeres y las activistas aplaudidoras tampoco, el hecho, que podría ser histórico, resulta irrelevante, sin conexión, las políticas o algunas de ellas, no todas, son insensibles a la condición social de las mujeres. Mientras los partidos políticos no reconozcan esos derechos y los pongan en práctica, no será posible. La confusión es fenomenal. Muchos años después, todavía muchísimas mujeres buscando poder, lugares de toma de decisiones, no saben, no actúan, desde esa mirada. Un tema que revive de vez en cuando, sobre en el umbral de nuevas elecciones.
Ahora está el reto de 2023, en el Estado de México y en Coahuila y el 2024, donde las mujeres están, quieren, pero no les vemos los arrestos para poner en el centro la agenda de las mujeres. Es obvio que la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum Pardo quien ha cambiado hasta su imagen personal, está encaminada, pero no es capaz de mirar desde el feminismo a las mujeres; lo mismo pasa con la pre candidata de Morena en el Estado de México, Delfina Gómez y sus contendientes, también mujeres. Veremos.
Periodista, directora del portal informativo semmexico.mx