MARTÍN DE J. TAKAGUI
Crímenes de lesa humanidad son aquellos que, por su violencia, por la forma en que se ejecutan, la manera en que asesinan a la gente y los métodos para privar de la vida a alguien ofenden a la humanidad, ofenden a la comunidad, a quienes buscan la sana convivencia de las personas, de los pueblos y de las naciones.
Otros crímenes de lesa humanidad son aquellos que se comentan en las guerras, cuando el enemigo se ha rendido, cuando la víctima está desarmada, cuando existe saña de parte del victimario, cuando se trata de menores inocentes, de ancianos o de mujeres no dedicadas a la guerra.
México, teóricamente no está en guerra, pero desde hace ya más de una década comenzamos a ver en los medios de comunicación en las redes sociales, en fotografías que trascienden y se comentan en grupos de whatsapp, como en cualquier otro tipo de sistemas o medios de comunicación, en donde el crimen organizado se ha estremecido a pueblos enteros, a gobiernos municipales, estatal y al federal, a través de escenas que parecieran extraídas de películas de terror.
Solamente hay que recordar aquellas hieleras que se han abandonado frente a ciertos lugares, como alcaldías o jefaturas de policía; la cabeza del alcalde de Chiplancingo, Alejandro Arcos Catalán, que fue colocada en el toldo de su propia camioneta y su cuerpo quedó en el asiento del copiloto.
Si nos vamos años atrás, recordaríamos cuando el 18 de diciembre de 2009 se publicó en los medios de comunicación la imagen donde el presunto narcotraficante, Arturo Beltrán Leyva, aparece mutilado por las ráfagas de metralla que lo mataron, con billetes americanos en el pecho y rollos de dólares encima de su cadáver.
No tenemos que ir tan lejos: El sábado pasado el Colectivo de Buscadoras por la Paz, encontró a la orilla de la carretera, a 50 kilómetros de Hermosillo, Sonora, a tres niñas, dos de ellas gemelas de 11 años de edad y otra de nueve años, las tres hermanas, hijas de la mujer de 28 años de edad, que 24 horas antes había sido hallada, también con señales de tortura, de violencia y cortadas de navaja en la cara.
Las niñas estaban a pocos metros de distancia de donde fueron encontradas horas antes la madre, las tres menores se encontraban vestidas con sus pijamas, y aun en el suelo estaban las dos gemelas abrazando a la pequeña, como queriendo protegerla de las balas, pues es evidente que se dieron cuenta de que iban a ser asesinadas en ese momento.
Si bien la Fiscalía Estatal informó que detuvo al concubino de la madre, como principal sospechoso del cuádruple feminicidio, eso no salva la vida de ninguna de ellas, podrían llevarlo a la silla eléctrica oa la cámara de gases y todavía quedaría debiendo castigo, por la forma en que asesinó a las cuatro mujeres, tres de ellas menores inocentes, se trata de un crimen que última, ofende, agravia, aquí, muerde a la humanidad.
La saña, la frialdad, el odio, la poca madre con que actuó el asesino merecería un castigo de sufrimiento, pero se supone que vivimos en un régimen democrático que se rige por una Constitución que defiende los derechos humanos; Sin embargo, ese mismo régimen democrático, es el que no ha sabido construir las políticas de gobierno y de Estado que eviten los graves niveles de violencia que le ha tocado vivir a la sociedad mexicana.
Será por la gravísima impunidad, por la falta de valores éticos, morales y de humanidad en la sociedad, por la falta de educación, por la deshumanización de la convivencia social, por la falta de respeto por el prójimo, por lo que usted quiera.
Pero lo que sí es un hecho, es que el gobierno, como controlador del Estado, como impulsor del Estado de Derecho, como promotor de acciones de seguridad, como proponente de leyes debería hacer conciencia y buscar el diseño de verdaderas políticas públicas enfocadas a revertir la devastación del ambiente social al que el ex presidente Enrique Peña Nieto llamaba “Mal Humor Social”.