OPINIÓN/ Soberanía y Libertad

DULCE MARÍA SAURI RIANCHO* (SemMéxico, Mérida, Yucatán). Hace 212 años dio inicio la gesta libertaria de la nación mexicana. Es fecha de conmemoración y de reflexiones sobre el pasado para iluminar el futuro incierto.

México sobrevivió su primer siglo como nación independiente y soberana; gestó una revolución social e implantó un régimen político para propiciar el bienestar del pueblo y abrir el camino a la democracia como forma de vida. Cuánto se ha logrado, cuánto está pendiente, son los recuentos comunes en estos días.

Hoy quiero incorporar uno más: cuánto podemos perder, cuánto podemos retroceder como sociedad, como pueblo y como nación si no actuamos con sentido de la historia y del momento que nos corresponde vivir.

Los primeros cien años fueron de defensa del territorio y de la misma existencia como nación independiente. Los saldos fueron amargos: México perdió más de la mitad y en la parte restante, dio una dura lucha para impedir la instauración de un gobierno encabezado por un príncipe extranjero.

El final del primer siglo estuvo marcado por el avance económico, con las fuentes de riqueza concentradas en pocas manos. “Orden y progreso” fue el lema del largo gobierno porfirista, defenestrado por un movimiento libertario que se transformó en lucha social. Fueron civiles transformados por la necesidad quienes se enfrentaron al ejército del régimen porfirista; ellos tomaron las armas para combatir a la dictadura.

Ellos llevaron la pólvora a Querétaro, para discutir y aprobar una nueva constitución que garantiza libertades e integra derechos sociales: a la tierra, a la organización colectiva, al trabajo digno. Ellos propusieron a la nación como propietaria de los recursos de las entrañas de la tierra: agua, minerales, petróleo. Ellos entendieron que la defensa del nuevo orden social obligaba a alejar al poder civil de las armas.

El nuevo ejército mexicano nació para oponerse al intento usurpador de Victoriano Huerta en 1913; sus límites quedaron plasmados en el texto constitucional para garantizar su permanente subordinación al gobierno civil.

Los liberales de la Revolución recuperaron el compromiso del Estado laico y su separación de las iglesias.

El tránsito pacífico del poder fue propósito cristalizado en la formación del partido político concebido inicialmente como una confederación de fuerzas regionales. Casi 30 años después de la aprobación de la Constitución, en 1946, un civil ocupó por primera vez la presidencia de la República.

México transitó exitosamente el período conocido como la “guerra fría”, a pesar de su vecindad con los Estados Unidos y con su entrañable relación con Cuba. Defender la soberanía en un marco de polarización y enfrentamiento entre las potencias nucleares requirió de habilidad y prudencia diplomática, así como de firmeza política.

Las libertades de la segunda mitad del siglo XX reclamaron educación, salud, oportunidades laborales y bienestar para una población que se quintuplicó en 50 años, hasta alcanzar casi 100 millones de habitantes al terminar el siglo XX e iniciar el nuevo milenio.

Soberanía, nacionalismo y libertad en la tercera década del siglo XXI tienen nuevas maneras de ejercerse.

La profunda transformación tecnológica en el mundo de las telecomunicaciones ha modificado la concepción de las fronteras como puntos de ingreso a espacios exclusivos. Simultáneamente, las mercancías se mueven con márgenes de libertad con los que no cuentan las personas. La migración es drama y esperanza de estos tiempos, que pone a prueba a las concepciones trasnochadas del nacionalismo.

La creciente conciencia sobre el cambio climático y la responsabilidad común para enfrentarlo ha permeado a las nuevas generaciones. Ellas y ellos reclaman con justicia la naturaleza lastimada en el mundo que reciben de sus padres. Las mujeres y las niñas exigen libertad…para vivir en paz. Su grito es contra la violencia que las azota, contra la falta de oportunidades para ejercer sus derechos.

Salud, educación, trabajo en el siglo XXI se conciben en un mundo globalizado y se ejercen en el país, la región, la comunidad. Cerrar los ojos a esta realidad por parte del gobierno es cercenar el futuro a las nuevas generaciones.

Se cierne sobre México la amenaza del retroceso. Debilitar la educación, descarrilar la investigación y perseguir a las y los científicos condena a la niñez y a la juventud a enfrentar a una realidad sin los instrumentos básicos que les permitan superarla.

La soberanía se expresa en nuestra capacidad de generar conocimiento científico propio, en aplicarlo a las distintas áreas del qué hacer nacional: agricultura, industria, salud, medio ambiente. Es soberano un país que puede, con su organización y sus recursos, garantizar un piso básico para la alimentación y la salud de su pueblo.

La pandemia del Covid nos recordó la interdependencia entre las naciones y la guerra en Ucrania, la importancia de la producción de trigo, sorgo, soya y maíz amarillo en México.

El nacionalismo trasnochado confunde soberanía con autosuficiencia, fortaleza con intervención del Estado. Es el gobierno que clama cerrar fronteras a la innovación, a la competencia económica; que se niega a promover la inversión privada y concentra la inversión pública en obras faraónicas de dudosa utilidad. Considera que sólo un Estado interventor puede realizar la tarea fundamental de promover bienestar para el pueblo. Reparte dinero, pero no garantiza sustentabilidad y sobre todo, desarrollo independiente y libertad para quienes lo reciben. Reclama autosuficiencia energética, pero basada en el consumo de combustibles fósiles, sin voltear a ver las energías eólicas, solares, geotérmicas. No sólo no las quiere, sino que las combate.

Conmemorar activamente la independencia nacional demanda recordar las fronteras entre civiles y militares: se construyeron a lo largo de los años como garantía de estabilidad y paz social en México.

Defender la soberanía exige un Estado fuerte, acompañado de una sociedad activa, participativa y democrática. Ejercer la libertad es saberse dueña/o del propio destino: como personas, como sociedad, como nación. En estos momentos, ¿lo somos? ¿O hay que corregir el rumbo?

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*Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de Yucatán

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