
NOEMÍ LUNA*
La intolerancia de Morena volvió a manifestarse de forma abierta y preocupante contra uno de los liderazgos sociales y morales más respetados de Zacatecas: el obispo Sigifredo Noriega Barceló.
El presidente del Consejo Estatal de Morena, Rubén Flores, actuó con torpeza política y sin sentido democrático al presentar una denuncia ante el Instituto Electoral del Estado de Zacatecas (IEEZ) contra una de las voces más equilibradas de la entidad, únicamente por señalar las graves crisis sociales que hoy padecemos.
Este intento de acallar al jerarca católico va más allá del ámbito electoral. No se trata sólo de una denuncia improcedente, presentada fuera de tiempos de proselitismo, sino de un atentado contra la libertad de expresión y, por ende, contra un derecho humano fundamental.
Desde que Morena llegó al poder, ejercer la crítica o disentir del discurso oficial parece haberse convertido en un “delito”, castigado con campañas de desprestigio, intimidación y persecución política impulsadas desde el régimen y amplificadas por sus seguidores.
En el Partido Acción Nacional (PAN) conocemos bien esta embestida, porque las y los panistas hemos sido atacados sistemáticamente por denunciar mentiras, demagogia, corrupción, enriquecimiento inexplicable y malas decisiones del oficialismo. Incluso se nos ha señalado irresponsablemente como “traidores a la patria” por cumplir con nuestro deber de oposición.
Desde mi responsabilidad como diputada federal, expreso mi total respaldo a Monseñor Sigifredo Noriega Barceló y celebro que la presión social haya obligado a la dirigencia estatal de Morena a retirar una denuncia absurda y sin sustento, reflejo de una forma autoritaria de ejercer el poder.
Coincido plenamente con la realidad descrita por el obispo. En Zacatecas hay muchos damnificados de la llamada Cuarta Transformación: madres buscadoras ignoradas, víctimas de homicidios y feminicidios, personas que padecen extorsión y cobro de piso, campesinos abandonados y familias de menores con cáncer sin medicamentos.
En general, la sociedad es la damnificada de un régimen indolente que permitió el crecimiento de la inseguridad, debilitó el sistema de salud y el Poder Judicial, desapareció contrapesos institucionales, no genera empleos y despilfarra recursos públicos en obras caprichosas.
Morena puede intentar callar la crítica, pero no puede silenciar la realidad.
Al atacar al obispo, Morena agredió a más del 92 % de la población zacatecana que somos católica y que hoy nos unimos para defender su derecho a opinar y cuestionar la realidad que vivimos. Exigimos se le dé una disculpa pública.
Hablar de Dios desde la función pública no viola la laicidad; es un ejercicio de libertad de expresión y de conciencia, protegidas por el Artículo 24 constitucional.
El Estado laico no impone silencios: garantiza libertades.
Una democracia sólida no teme a las convicciones de su gente, las respeta y las protege.
*Diputada Federal del Partido Acción Nacional
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