>> Es grande el dolor que nos dejan las muertes de los padres Javier y Joaquín, pero más grande es el dolor de saber que son miles de muertos en México
>> Postura de la Arquidiócesis expuesta en el Editorial del Semanario Desde la Fe que comenzó a circular ayer domingo
Redacción DLF
Ciudad de México, 27 de junio (entresemana.mx). El asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos y Joaquín Mora refuerza el llamado a examinar la estrategia de seguridad en México, pues vivimos una ola de violencia histórica: el número de asesinatos en lo que va del sexenio supera las 122,000 personas.
El laico Pedro Palma y los sacerdotes Javier Campos y Joaquín Mora fueron despojados de sus vidas el lunes 20 de junio a manos del crimen organizado. Es grande el dolor que nos dejan sus muertes, pero más grande es el dolor de saber que son miles de muertos en México. En palabras del Provincial en México de la Compañía de Jesús, el padre Luis Gerardo Moro, la sangre de Pedro, Javier y Joaquín se une al río de sangre que corre por nuestro país.
Queremos justicia y queremos paz. Queremos un México seguro y queremos ver el fin de esta vergonzosa impunidad. Si en 72 horas lograron recuperarse los cuerpos de 2 sacerdotes y un laico, y avanzar en las averiguaciones, ¿por qué no hacer esto con tantos y tantos casos impunes? El nivel de impunidad en México es muy alto; la presión de la opinión pública motiva a las autoridades a resolver contados casos mediáticos, pero, ¿qué pasa con las miles de familias que, además de fracturarse con el asesinato de un ser querido, nunca verán justicia?
Nos sumamos al llamado del padre Javier ‘Pato’ Ávila, sacerdote jesuita de la Sierra Tarahumara: “nuestro tono es pacífico, pero alto y claro. Invitamos a que las acciones de gobierno finalmente acaben con la impunidad imperante en nuestra sociedad”.
La promesa de atrapar al asesino de estos sacerdotes jesuitas ya no es suficiente, pues atrapar a un líder del crimen organizado no resolverá la violencia en México. Queremos una promesa de un mejor futuro, donde reine la paz y la justicia, donde la impunidad sea nula y donde las personas puedan caminar seguras por las calles.
Es importante tener memoria. No olvidaremos a los padres Javier y Joaquín, no olvidaremos su asesinato, así como tampoco olvidaremos su testimonio y ejemplo para servir en Cristo, al grado de entregar la vida por su pueblo, por los más necesitados.
Como Iglesia, estamos dispuestos a trabajar desde nuestra trinchera para lograrlo. En su más reciente mensaje, los Obispos de México llamaron a un diálogo nacional con el propósito de emprender acciones concretas que construyan este camino a la paz. Suscribimos este llamado: queremos trabajar en conjunto para construir puentes, dejar atrás la polarización y reconstruir el tejido social en beneficio de un México mejor.