Murió José Agustín…

>> El narrador y dramaturgo precoz e irreverente falleció ayer en Cuautla, Morelos, acompañado de su familia; sus hijos recordaron su vida y obra que, tras años de críticas, hoy es leída por miles

Información de Yanet Aguilar Sosa/ El Universal

Ciudad de México, 17 de enero (entresemana.mx). Murió el escritor subversivo, revolucionario del lenguaje

A los 10 años, aún sin terminar la primaria, José Agustín tenía absolutamente claro que iba a ser escritor, incluso desde años antes ya ponía sobre el papel las historias que lo atosigaban. “Desde que tengo uso de razón, desde que me acuerdo, no dije ‘quiero ser escritor’, sino ‘voy a ser escritor, yo me voy a dedicar a escribir’”, dijo en una entrevista en 1999, y lo reiteraba a cada tanto el gran escritor que ayer murió, a los 79 años, tras más de dos semanas en un estado de salud con “pronóstico reservado”, acompañado de su familia, en su casa de Cuautla, Morelos.

A los 19 años, ese muchacho de tez morena y ojos claros de estilo literario “desmadroso” e irreverente, deslumbró al mundo literario con La tumba una novela rebelde que mezclaba un lenguaje juvenil y elementos como el rock y las drogas. En septiembre de 2019, durante un homenaje a propósito de los 75 años de vida de José Agustín, el ensayista y poeta Armando González Torres celebró su “laboratorio del lenguaje”: “José Agustín no reproduce el habla coloquial, inventa un nuevo lenguaje en torno a la celebración, la intoxicación, el éxtasis y el abismo, que no tiene paralelo en Iberoamérica”, dijo.

Esa novela marcó la llegada de una generación irreverente, rebelde, desenfadada a la literatura: Los de nuestra generación escribimos de la juventud desde la juventud. Ese fue el cambio radical… el lenguaje cambió, la perspectiva cambió, el tono cambió, todo se modificó”, afirmó el propio narrador.

El artífice de esa literatura que escandalizó y puso los pelos de punta a la intelectualidad y muchas veces fue calificado de “vulgar y jodido” —como señaló él mismo—, lo convirtió en un escritor con carretadas de lectores que ayer fue despedido por su familia.

“Con profunda tristeza comunicamos el fallecimiento de José Agustín: esposo, padre, hermano, abuelo y escritor devoto de la literatura y la música, así como de sus lectores de cualquier edad”, dice el mensaje con el que su familia despidió al escritor, a quien definieron como “Guerrerense de corazón, autodidacta empedernido, amante de la comida y los placeres; jungiano, estudioso del Iching, aficionado de la astrología e impulsor de todas las formas de contracultura”. Y quienes lo velan en su casa del Fraccionamiento Las Brisas, para ser incinerado en el Panteón Jardines del Recuerdo, y posteriormente sus cenizas serán traídas al Palacio de Bellas Artes. La Secretaría de Cultura federal informó: “Aún la familia no nos define… Bellas Artes está listo para cuando nos digan ellos”.

De perfil

José Agustín Ramírez Gómez, el narrador, ensayista y dramaturgo perteneciente a la “literatura de La Onda” —llamada así por la escritora y académica Margo Glantz—, tuvo como pares a Parménides García Saldaña, Gustavo Sainz y René Avilés Fabila, quienes debían su influencia a Allen Ginsberg, William Burroughs y Hunter Thompson.

Nacido el 19 de agosto de 1944 en Guadalajara, Jalisco, aunque registrado en Acapulco, Guerrero, José Agustín aseguraba ser “un viejo con espíritu rebelde”. En 2011, a propósito de la recepción del Premio Nacional de Ciencias y Artes, en Lingüística y Literatura, el autor de Se está haciendo tarde, El rock de la cárcel y De perfil, recordó a EL UNIVERSAL cuando le dijo a su padre —piloto aviador— que sería escritor. Y lo fue, y muy precoz. Dijo que amó pronto y rabiosamente a las mujeres, se adentró “chavo” en las parrandas, creó un estilo y un lenguaje que proviene “de abajo”, de lo popular, pero sobre todo fue un lector y un escritor precoz. Leyó Lolita de Vladimir Navokov cuando tenía la edad de Lolita y empezó a escribir cuando rondaba los siete años.

Autor de una obra extensa. Colaborador de revistas y diarios, entre ellos EL UNIVERSAL. Hizo radio, cine y televisión, y retó a la cultura oficial con sus personajes “repelentes”. Fue despreciado por la crítica por su lenguaje soez y considerado “un vulgar y jodido”. Él mismo decía que lo consideraban “un escritor anticonvencional y antisistema”, incluso “subversivo”, al que por mucho tiempo le escatimaron premios y reconocimientos; sin embargo, su obra le dio millones de lectores que ayer convirtieron las redes sociales en un muro de tributos.

“Tardé muchos años en que me consideraran; durante mucho tiempo me veían como el escritor vulgar y jodido, pero yo seguí escribiendo, no había bronca, pero últimamente me ha ido increíblemente bien, los dos últimos años han sido pletóricos de homenajes y de festejos que me hacen”, dijo a EL UNIVERSAL en 2011 previo a recibir la Medalla Bellas Artes, con su amigo Vicente Leñero.

Su trayectoria fue sólida y extensa. Estudió Letras Clásicas en la UNAM, dirección en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, composición dramática en el INBAL y participó en el taller literario de Juan José Arreola. Fue invitado por universidades de prestigio a dar cursos sobre literatura.

Fue traductor de Cabot Wright comienza, de James Purdy (con Juan Tovar); de Alucinógenos y cultura, de Peter T. Furst; Paraíso infernal, de Ronald G. Walker; y de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, entre otros.

Fue amigo de muchos escritores y gente de cine, entre ellos Angélica María, con quien sostuvo un romance; de Gabriel García Márquez, Alejandro Jodorowsky, Juan Tovar, Jorge Fons; se casó por unos meses con Margarita Dalton para poder ir a Cuba a alfabetizar gente; pero en realidad su vida la pasó con su esposa Margarita Bermúdez, con quien estuvo casado más de 60 años y con quien tuvo tres hijos: Andrés, quien es editor y escritor; Jesús, quien es neurólogo y escritor; y José Agustín, artista y escritor.

Dirigió el largometraje Ya sé quién eres/Te he estado observando y actuó en De veras me atrapaste, dirigida por Gerardo Pardo. En 1976 adaptó El apando, de José Revueltas, bajo la dirección de Felipe Cazals, y un año después La viuda de Montiel, de García Márquez.

Letras y música

Abundan las anécdotas para delinear la figura del también autor de Ciudades desiertas, Cerca del fuego y La contracultura en México. Lo consideraban uno de los escritores más renovadores de la narrativa mexicana en los años 60 por una literatura dotada de un lenguaje moderno, coloquial y sin censura. Vicente Leñero, quien fue su amigo y colega en la revista Claudia, lo definía como un “chavo desmadroso, un muchacho latoso, desinhibido, incontrolable”. Nada lejos de la imagen autobiográfica del autor de De perfil, quien en una entrevista dijo: “Mis antecedentes son pachucos, existencialistas y beatniks; y luego hippies, chavos de la onda, bandas y punks”.

El crítico literario Emmanuel Carballo, en el prólogo de la autobiografía de Agustín, titulada Quién soy, dónde estoy, qué me dieron, escribió que ponía bombas a todas las instituciones. Andrés Ramírez, su primogénito y editor desde 1994, dijo a este diario, a propósito de los 70 años de su padre, en 2004, que Agustín era un “poeta maldito, un irreverente”.

Fue escritor multifacético que probó todos los géneros; creador de una manera de hablar que muchos calificaron de “lenguaje del inconsciente macizo”, el experimentador de una narrativa que salía de lo popular, las drogas de autoconocimiento, el movimiento del 68 y la cárcel de Lecumberri, donde pasó siete meses. “Escribir fue lo que me salvó la vida”, dijo.

El hijo de un piloto aviador, al que evocaba con gran cariño, pues “soportó” su vida loca y alentó su oficio literario, dijo en 2011: “Me siento a toda madre; claro, siempre tengo la esperanza de poder hacer mejores cosas, pero tampoco me siento defraudado ni desilusionado”, confío una tarde en su casa de Las Brisas, en Cuautla, Morelos.

Ese día, en su jardín, repasó su vida y obra, y soltó frases agustinianas. Le parecían “mamadas” los escritores que dicen sentir temor frente a la hoja en blanco o que se acompañan de sus personajes. Le parecía una “ultramamada” y “un reductivismo infame” que Margo Glantz los hubiera calificado como “Literatura de la Onda”.

José Agustín contó entonces que traía un vuelo sensacional pero “el accidente” —cayó tres metros de un escenario en 2009— fue determinante. Ese accidente lo fue sumiendo en el silencio y fueron pocas las ocasiones en que reapareció. El último acto público fue el 29 de abril de 2023, en la presentación de las reediciones de su obra casi completa que Penguin Random House comenzó a publicar en 2022.

En 2019, en un homenaje por sus 75 años de vida, sus hijos Andrés y “Tino” recordaron a su “jefe”, al “maese”. “Tino” leyó los primeros apuntes del libro sobre su padre: “El laureado y otrora joven e irreverente escritor mexicano, de mala fama y peor reputación… (es) un viejo lobo que naufragó en un mar de silencio, de memoria y olvido”. Pero José Agustín está lejos del olvido, vivirá para siempre.

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