SOLEDAD JARQUÍN EDGAR
SemMéxico, Oaxaca. Puede ser cualquier ciudad de México, una zona industrial o un lugar entre las montañas; tampoco hay una hora precisa, ni aproximada; puede ser una mujer, una adolescente o una niña; también una mujer “empoderada”, quizá una hablante de alguna lengua indígena o extranjera, pobre o rica; puede estar en la calle, en su casa, en su trabajo o en la escuela; la vestimenta no importa ni sus creencias, ni sus oficios o profesiones…
En México ninguna mujer está a salvo de la violencia machista, basta con abrir las redes sociales o echar un vistazo a los medios de comunicación para darse cuenta de que nada se ha hecho a fondo para garantizar la vida libre de violencia de las mujeres como se llama la ley general, México tampoco ha cumplido con los acuerdos internacionales, como CEDAW que resumido en cuatro palabras plantea: prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Nada, simplemente nada, resultado de ello es la enorme impunidad que prevalece.
A poco más de 70 días de que termine su mandato, Andrés Manuel López Obrador, fue el único que no se dio cuenta de que en este país, cada día, 11 mujeres en promedio son asesinadas por razones de género, es decir, las características de estos crímenes están relacionados directamente con el odio y el sexismo que sus victimarios muestran contra las víctimas, algunos pueden ser personas conocidas, parejas o ex parejas de manera fundamental, pero también desconocidos.
Tampoco podemos dejar de lado que las cifras de feminicidios, que reporta el gobierno a través del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, es a contentillo. Se dan en una especie de tin Marín de do Pingue que se construye desde las 32 fiscalías estatales, donde lo normal y común es rasurar las estadísticas, en promedio el 25 por ciento de las muertes violentas se catalogan como feminicidios, además las fiscalías siguen sin investigar esos asesinatos violentos como tales. Desde la creación del tipo penal del feminicidio en 2012, nos quedó claro, no quieren reconocer las fallas del Estado al no garantizar la vida y menos la justicia.
Andrés Manuel López Obrador rechaza una y otra vez el clasismo y más aún el racismo, sin embargo, en su sexenio optó por ignorar a las mujeres que fuimos descalificadas sistemáticamente y eso se llama discriminación de género, tan terrible como las otras, tan violenta como las otras, tanto, que su mayor costo es la perdida de la vida de las mujeres.
No es para sorprenderse, cierto, siempre dio señales de que así sería. Nunca entendió de qué se trataba. El 25 de noviembre del 2020 en su conferencia mañanera sostuvo que los feminicidios tenían las mismas razones que los homicidios dolosos. Para el mandatario las marchas feministas eran pagadas por los grupos conservadores, porque ellas son neoliberales, repitió varias veces. Nadie olvida que durante la pandemia negó que la violencia hubiera crecido y aseguró que la mayoría de las llamadas al 911 “eran falsas”.
Para evitarse cualquier desaguisado mantuvo rodeado de vallas el palacio nacional, su casa y su despacho. Y cuando las mujeres, principalmente las madres, colocaron los nombres de las víctimas del feminicidio en esas bardas de metal, les dijo “creativas, algo digno, que merece mucho respeto el poner los nombres de las mujeres que han perdido la vida por la violencia, eso es otra cosa”. Cabeza dura la del presidente.
En los últimos tiempos, hizo lo mismo que sus antecesores, como el panista y el priista, López Obrador negó que los feminicidios hubieran aumentado en su gobierno y desechó que fueran un problema grave y real. Lo cierto es que, si hablamos de un promedio de 11 mujeres asesinadas cada día, por año los feminicidios superaron los cuatro mil casos, al final del sexenio y quitando los meses de noviembre y diciembre de 2024, estaremos ante más de 23 mil feminicidios ocurridos en su tiempo de gobierno. Muy grave que AMLO que se decía diferente actuara igual o peor que los otros.