MUJER Y PODER/ Tragedia en Ensenada

NATALIA VIDALES DE BITTERLIN

SemMéxico, Baja California. Una tragedia más ha sacudido a nuestra localidad.

Ensenada está siendo conocido en el mundo entero por el brutal asesinato de tres jóvenes -dos australianos y uno estadounidense- que llegaron ilusionados a disfrutar de las playas del poblado de Santo Tomás y encontraron la muerte a manos de personas desalmadas y violentas.

Nos conmueve, nos duele, nos afectan estos sucesos -como nos han afectado otros sucedidos no solo en nuestro país sino en el mundo entero-.

Nos estruja el corazón ver el asesinato de personas inocentes (niños, jóvenes, adultos) y en este caso ver los rostros sonrientes de los tres jóvenes que pensaron disfrutar de la naturaleza y encontraron un absurdo y brutal final de sus vidas.

Tenemos empatía con las madres de estos jóvenes y entendemos su inmenso dolor porque, hace ya más de 30 años, vimos sufrir lo indescriptible a nuestra madre al conocer el asesinato de su hijo menor, mi querido hermano Ernesto, a quien personas sin ningún escrúpulo ni consideración arrojaron a un canal en las cercanías de la frontera de Sonora con Arizona, en lo que, al parecer –y como ahora con los jóvenes turistas — fue solo para robarle su automóvil.

Los gritos de dolor de mi madre -que duraron por muchos, muchos años- nunca han dejado de acompañarme en la vida. Por ello mismo es que nos impactan fuertemente estos hechos inexplicables.

Por lo demás, nos imaginamos a sus deudos preguntándose cómo es posible que por un simple robo se cometan tales crímenes.

Al paso de los años entendimos que el mal está por doquier.

Los delincuentes pueden aparecer donde sea -vemos los crímenes atroces que suceden aquí, cruzando la frontera con California donde seres inocentes y en lugares públicos son asesinados por gente enferma o drogada-.

La violencia no es privativa ni de México ni de Ensenada.

La violencia está en el mundo y es consecuencia de muchas carencias, mentes distorsionadas e impunidad.

Quisiéramos poder caminar con tranquilidad y seguridad por doquier: por las calles, por las carreteras, en el día, en la noche…en el lugar y a la hora que quisiéramos, pero desafortunadamente no es posible hacerlo en la vía pública en ninguna ciudad de ningún país. En nuestro tiempo infantil y juvenil, había posibilidad de tener esas libertades, pero sin duda esto ha cambiado y hoy se deben tomar una y mil precauciones.

Ir a lugares inhóspitos a disfrutar de la naturaleza…ya no es posible, y hay que aceptarlo así.

Las autoridades deben enfocarse a realizar campañas preventivas, sobre todo en lugares turísticos como el nuestro, porque es imperativo que los visitantes sepan que deben tener cuidado, en vez de ignorar el asunto como que no pasara nada.

No se trata de asustar al turista sino de aceptar la realidad, protegerlo con información para que no se den tragedias como la que acabamos de vivir.

Se ha desatado una campaña de alerta en Estados Unidos, para que los norteamericanos no visiten México -y Ensenada sobre todo en estos momentos- salvo en casos necesarios o urgentes. Esto ha ocasionado una escalada de cancelaciones en los hoteles y moteles de la ciudad y en el Valle. Y pasarán semanas -meses incluso- para que la situación vuelva a la normalidad, lo que sin duda afecta al turismo y a la sociedad en general, porque es grande el pesar emocional entre los ensenadenses de que se catalogue al bello puerto de esa manera cuando la generalidad es que la vida aquí transcurre de modo pacífico para quienes no andan en negocios turbios, o para quienes, siendo inocentes se topen, en mala hora, con estos desalmados.

Por ello, urge una contra campaña para alejar esos temores del turista y tengan la confianza de visitar Baja California, lugar tradicionalmente tranquilo.

Hay que solidarizarnos como se ha hecho -con la muerte de estos jóvenes- pero también enviar el mensaje de que los lugares inhóspitos y alejados no son propicios para acampar -como la misma madre de uno de los jóvenes asesinados comentó.

Es mejor prevenirlos que guardar silencio o pretender –pese a las evidencias—que no pasa nada.

Que la autoridad haga lo suyo, refuerce la seguridad y combata la impunidad- pero que el ciudadano también colabore no exponiéndose a situaciones que pueden llevar a un desenlace fatal.

*Periodista sonorense con más de 40 años de ejercicio profesional. Activista social, fundadora y directora de la revista Mujer y Poder. Comentarios por WhatsUp 6621 441440. www.mujerypoder.com.mx

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